He
vivido sola con el alcohol durante veranos enteros, en Neauphle. La
gente venía los fines de semana. Durante la semana estaba sola
en la gran casa, y allí el alcohol adquirió todo su sentido.
El alcohol hace resonar la soledad y termina por hacer que se lo prefiera
antes que cualquier otra cosa. Beber no es obligatoriamente querer morir,
no. Pero uno no puede beber sin pensar que se mata. Vivir con el alcohol
es vivir con la muerte al alcance de la mano. Lo que impide que uno
se mate cuando está loco de la embriaguez alcohólica,
es la idea de que, una vez muerto, no beberá más. Empecé
a beber en las fiestas, en las reuniones políticas, primero vino
y luego whisky. Y luego, a los cuarenta y un años, encontré
a alguien que le gustaba de verdad el alcohol y que bebía cada
día, pero razonablemente. Lo superé en seguida. Esto duró
diez años. Hasta la cirrosis y los vómitos de sangre.
Me paré durante diez años. Era la primera vez. Volví
a empezar, y volví a parar, ya no sé por qué. Luego,
dejé de fumar, y sólo pude hacerlo bebiendo de nuevo.
Es la tercera vez que paro. Nunca, nunca he fumado opio ni haschis.
Me he «drogado» con aspirina todos los días durante
quince años. Nunca me he drogado de verdad. Al principio bebí
whisky y calvados, lo que llamo alcoholes insípidos, cerveza
y verbena de Welay, lo peor, según se dice, para el hígado.
Por último, empecé a beber vino y ya no lo he dejado.
Desde
que empecé a beber, me convertí en una alcohólica.
En seguida me puse a beber como una alcohólica. Dejé a
todo el mundo detrás mío. Empecé a beber a los
atardeceres, luego bebí los mediodías, luego por las mañanas,
y después empecé a beber por las noches. Una vez por noche,
y luego cada dos horas. Nunca me he drogado con otra cosa. Siempre he
sabido que si me metía con la heroína, la escalada sería
rápida. Siempre he bebido con hombres. El alcohol permanece asociado
al recuerdo de la violencia sexual, la hace resplandecer, es inseparable
de ella. Pero en espíritu. El alcohol sustituye el acontecimiento
del goce, pero no ocupa su lugar. En general, los obsesos sexuales no
son alcohólicos. Los alcohólicos, incluso «a nivel
de vertedero», son unos intelectuales. El proletariado, que ahora
es una clase más intelectual que la clase burguesa, de muy lejos,
tiene una propensión al alcohol, en el mundo entero. El trabajo
manual es sin duda de todas las ocupaciones del hombre la que le lleva
más directamente hacia la reflexión, es decir hacia la
bebida. Ved la historia de las ideas. El alcohol hace hablar. Es la
espiritualidad hasta la demencia de la lógica, es la razón
que intenta comprender hasta la locura por qué esta sociedad,
por qué este Reino de la Injusticia... y que siempre concluye
con una misma desesperación. Un borracho es a veces grosero,
pero raramente obsceno. Algunas veces se encoleriza y mata. Cuando se
ha bebido demasiado, se vuelve al principio del ciclo infernal de la
vida. Se habla de felicidad, se dice que es imposible, pero se sabe
lo que quiere decir la palabra.
Carecemos
de un dios. Este vacío que se descubre un día en la adolescencia
nada puede hacer que jamás haya tenido lugar. El alcohol ha sido
hecho para soportar el vacío del Universo, el mecimiento de los
planetas, su rotación imperturbable en el espacio, su silenciosa
indiferencia en el lugar de vuestro dolor. El hombre que bebe es un
hombre interplanetario. Se mueve en un espacio interplanetario. Es allí
donde permanece al acecho. El alcohol nos consuela, no amuebla los espacios
psicológicos del individuo, sólo sustituye la carencia
de Dios. No consuela al hombre. Produce lo contrario, el alcohol conforta
al hombre en su locura, lo transporta a las regiones soberanas donde
es dueño de su destino. Ningún ser humano, ninguna mujer,
ningún poema, ninguna música, ninguna literatura ni ninguna
pintura puede sustituir esta función del alcohol en el hombre,
la ilusión de la creación capital. Está ahí
para remplazarla. Y lo hace en toda una parte del mundo que habría
debido creer en Dios y que ya no cree en él. El alcohol es estéril.
Las palabras del hombre dichas en la noche de la borrachera se desvanecen
con ella tan pronto como llega el día. La borrachera no crea
nada, no va con las palabras, ofusca la inteligencia, la sosiega. He
hablado bajo los efectos del alcohol. La ilusión es total: lo
que uno dice, nadie lo ha dicho aún. Pero el alcohol no crea
nada que permanezca. Es el viento. Como las palabras. He escrito bajo
los efectos del alcohol, tenía una facultad para dominar la borrachera,
que me venía sin duda del horror por la borrachera. Jamás
bebía para estar borracha. Jamás bebía deprisa.
Bebía todo el tiempo y nunca estaba borracha. Estaba retirada
del mundo, inalcanzable, pero no borracha.


