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Una mujer que bebe es como un animal que bebiera, un niño. El alcoholismo llega al escándalo con la mujer que bebe: una mujer alcohólica es rara, es grave. Lo que se ataca es la naturaleza divina. He reconocido este escándalo a mi alrededor. En mis tiempos, para tener la fuerza de afrontarlo en público, entrar sola en un bar, de noche, por ejemplo, era preciso haber bebido ya.
Siempre se dice demasiado tarde a la gente que bebe demasiado. «Bebes demasiado.» Es escandaloso decirlo en todos los casos. Uno mismo jamás sabe que es alcohólico. En un cien por cien de los casos la noticia se recibe como una injuria, y uno dice: «Si me dice esto, es que me odia.» En cuanto a mí, el mal ya estaba muy avanzado cuando me lo dijeron. Estamos en un espacio de principios anquilosados. Hasta cierto punto se deja morir a la gente. Creo que en la droga este escándalo no existe. La droga separa completamente al individuo drogado del resto de la Humanidad. Ésta no arroja al individuo a los cuatro vientos, por las calles, no hace de él un vagabundo. El alcohol es la calle, el asilo, los otros alcohólicos. La droga es muy corta, la muerte viene muy deprisa, la afasia, la oscuridad, los postigos cerrados y la inmovilidad. Nada consuela de dejar de beber. Desde que ya no bebo, tengo simpatía por la alcohólica que era. Verdaderamente he bebido mucho. Luego, acudieron en mi auxilio, pero entonces cuento mi historia y no hablo del alcohol. Es increíblemente simple, los verdaderos alcohólicos, sin duda, son lo que hay de más simple. Estamos ahí donde el sufrimiento no puede hacer sufrir. Los vagabundos no son desgraciados. Es una tontería decir eso, están borrachos de la mañana a la noche, las veinticuatro horas seguidas. Lo que viven no podrían vivirlo en ninguna otra parte que no sea en la calle. Durante el invierno de 1986-1987, antes de verse desprendidos de su litro de vino a su llegada, al asilo de noche, prefirieron arriesgar la muerte y el frío. Todo el mundo intentó saber por qué no querían ir al asilo, y era por eso.
Lo más duro no son las horas de la noche. Pero, evidentemente, si uno tiene un insomnio tenaz es cuando resulta más peligroso. Es preciso no tener ni una gota de alcohol en casa. Yo formo parte de estos alcohólicos que empiezan a beber de nuevo a partir de un solo vaso de vino. No sé qué nombre nos da la medicina.
Un cuerpo alcohólico funciona como una central, como un conjunto de compartimentos diferentes vinculados entre sí por la persona entera. El primer afectado es el cerebro. Es el pensamiento. La felicidad por el pensamiento primero y luego el cuerpo. Es ganado, empapado poco a poco, y transportado-, es la palabra: transportado. A partir de cierto tiempo se tiene la elección. Beber hasta la insensibilidad y la pérdida de la identidad, o permanecer en las primicias de la felicidad. Morir de algún modo cada día, o bien seguir huyendo.
[La vida material, traducción de Menene Gras Balaguer para Plaza & Janés]