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P.D.: Para animarnos un poco vamos con esas preguntas que... Una que es muy cómica. ¿Sigue usted algún ceremonial antes de ponerse a escribir?

M.D.: Pues sí. Tengo que estar aseada, llevar ropa limpia y estar bien peinada.

P.D.: Y que la cama esté hecha, ¿no?

M.D.: Sí, también.

P.D.: No sé donde he leído eso.

M.D.: Ya no hago mi cama.

P.D.: Resumiendo, la idea de la cama...

M.D.: No se puede escribir.

P.D.: ¿De verdad? ¿Siempre ha sido así?

M.D.: Todo el mundo es así, ¿no? Imagínese que solo tiene una habitación. No podría comer sin hacer la cama, a no ser que no le importe.

P.D.: ¿Una cama sin hacer denota suciedad?

M.D.: Significa otro tiempo. El tiempo del sueño.

P.D.: ¿Y no hay que mezclarlos?

M.D.: ¡No se puede! Peor aún, es contradictorio. Una cama hecha no se ve, ya no existe. Una cama sin hacer está chillando.

P.D.: Una cama hecha, ¿no grita porque ya no puede?

M.D.: No, ya no puede gritar.

P.D.: Tiene una mordaza en...

M.D.: Hay que golpearla. Abofetearla, tirarla por la ventana.

P.D.: ¿Esa cama está loca?

M.D.: Sí. Hay una relación de locura entre las camas y el escritor. Cuando se abandona la cama no se puede volver a ella tan fácilmente. Yo estuve un año en cama. En coma. Tenía pánico a la cama. No podía andar ni aunque me apoyase en los muebles. Estaba en un coma total. Pero he conservado el pánico a las camas sin hacer.

P.D.: Era una pregunta graciosa, pero está terminando...

M.D.: ¡No piense eso! ¡No lo piense!

P.D.: ¿Está mejor?

M.D.: Sí, mejor. Además ya he sobrevivido dos años.

P.D.: ¿Quiere que veamos "El vicecónsul"?

M.D.: Si. Pero no debe darle miedo hablar de eso.

P.D.: ¿Qué?

M.D.: No hay que tener miedo.

P.D.: No, no.

M.D.: Me interesa mucho...

P.D.: Espere un segundo.

M.D.: ...lo que hemos comentado.

P.D.: ¿Acerca de la escritura?

M.D.: Sí, el principio.

P.D.: ¿Qué?

M.D.: El principio, en la escritura. Aquello sobre lo que hemos hablado. No sabes nada y una hora después ya está escrito. Ahí está, ya podemos ver "El vicecónsul".