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III
Le corbeau

La «voz» justa, puesta al día, honesta, incluso profunda, o al menos profundamente comprensiva, de la ideología, es la voz del cuervo: él pertenece y no pertenece a la vida, comprende la vida con una distancia que es también exclusión: tiene experiencia de una vida que en el fondo él no tiene, y esto lo situa en una posición embarazosa, pobre animal parlante, de lo que tiene conciencia y eso le da todavía más humanidad a sus palabras, a su colaboración, a su empeño.

El día es uno de aquellos día de sol, ni primavera ni verano, que son disfrutados por los hombres casi inconscientemente. El cielo despejado, la luz, la brisa del mar están, pero es natural que estén. Y el mundo circundante es aquel de los pobres, como es natural que sea. Acilia, Vitinia, el campo hacia los Castelli o hacia el mar, las casetas, las barracas, los casales rusticos, los puentecillos, los cercados, los claros quemados por el sol.

Marcello y su hijo Ninetto marchan, marchan, en aquel bello día de sol. Vienen de un lugar pobre y van a otro lugar pobre; o bien, de tanto en tanto, con un viejo autobús destrozado. Marchan.

El cuervo se une a ellos, como un compañero de camino, no llamado, un poco gratuito, embarazoso: pero pronto amigo y comprensivo. Adivina rápido, de broma, sobre ellos tantas cosas, sus problemas, sus aspiraciones: no quiere que le digan las razones de su caminata, quiere adivinarlo solo: y dice muchas, precisamente, todas reales; pero no acierta, divirtiéndose mucho, aquella verdadera: van a una quiromante a pedirle una medicina para curar el gusano de la solitaria a Ninetto. Ah, ah, el cuervo ríe, con su tímida risa filosófica.

Pronto los tres se vuelven buenos amigos, si bien los dos hombres, el padre, Marcello, un hombre rudo y fantasioso, y el hijo Ninetto, un tipo un poco estúpido, todo risa, como un morito, y camino de engordar y enrudecerse como el padre, mantienen en todo momento una ambigua reserva mental, una disimulada sospecha cualunquista en las relaciones con la bestezuela toda boca. ¿Comprenden o no comprenden? ¿Escuchan o no escuchan? Bien, un poco esto y un poco aquello, como sucede en la vida.

Durante la larga caminata por los campos alrededor la periferia, suceden tantas pequeñas cosas, tantos pequeños incidentes: que no son nada, y juntos son una enormidad. Y el cuervo que cada vez, de cada caso, saca sus significados: su caudal ideológico. Y lo hace con extremo pudor, pobrecillo, y con absoluta lucidez, que no excluye la humanidad: él tiene siempre presente que habla con dos simples y se adapta a ellos. Sería absolutamente injusto definirlo un «rompehuevos», sin embargo, en el fondo, sí, en el fondo, lo es. Pero no, en el fondo en el fondo, no lo es...

Pongamos dos o tres ejemplos, improvisados (porque podemos escoger también de los otros). La mañana está avanzada, el lugar desierto. Y he aquí que padre e hijo advierten ciertos estímulos, no placenteros, por los cuales deben apartarse tras un gran cercado polvoriento, perdiéndose cada uno en la soledad de su privacidad en una suerte de contemplativo recogimiento.

El cuervo permanece junto aquel cercado, púdicamente esperando. Pero he aquí que se escuchan voces acercándose, y después otras voces, más broncas, y después las voces del padre Marcello y del hijo Ninetto que responden , embarazadas, ofendidas... El cuervo vuela tras el cercado, justo en el momento en que padre e hijo se ajustan el último botón, y un energúmeno jefe, seguido de otro energúmeno subalterno, está llegando al lugar. Brevemente: el patrón del campo, evidentemente exasperado por una larga costumbre, debida es cierto a la ubicación solitaria y acogedora de su propiedad, la ha tomado con los dos profanadores; los insulta; los amenaza; no sólo esto, sino que pretende de ellos, que, con sus manos, lleven al otro lado aquello que han depositado. Marcello y su hijo, por amor a la paz, habrían quizás incluso soportado los insultos y las amenazas, pero con esta última pretensión, se sienten pasar de parte de la razón, y comienzan a gritar insultos a su vez etc. etc. En definitiva, después de la palabras vienen los hechos, Marcello y el hijo dan un montón de golpes al campesino, y a los dos o tres viejecitos que estaban con él, pero al llegar los hijos jóvenes, uno armado con un fúsil, se van por piernas, y huyen a toda velocidad por el campo, bajo el sol, sin aliento, y dos tres rafagas que les persiguen a su espalda tras el cercado. He aquí, que de este episodio de violencia, le corbeau, que bien que sin ser llamado ha participado con embarazo y tímida ironía en la deplorable situación, encuentra el modo de hacer muchas observaciones: la violencia en el mundo contemporáneo, su bestialidad, eso que dice Freud, eso que dice Marx; el ejemplo de Gandhi; el diálogo entre marxistas y católicos fundado en la no violencia etc. etc.