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UNO + UNO = DOS

Volvamos a Truffaut: se dice que alterna una buena película con una mala. ¿Será cierto? Veamos: Los 400 golpes (59) arriba; Tiren sobre el pianista (61), abajo; Jules y Jim (62), arriba; El amor a los 20 años (63, episodio), abajo; La piel dulce (64) arriba; Farenheit 451 (66), al sótano; La novia vestía de negro (67), trampa; aquí hay dos tropezones seguidos; Las horas del amor (68), arriba; La sirena del Missisippi (69), no estrenada en Buenos Aires, y otra vez al sótano pese a la pareja superestelar Deneuve-Belmondo.

Precaución 1969: F. T. va a empezar su próxima película, El niño salvaje, y para conjurar peligros contrata al iluminador mascota.

Primera proyección en privado: los pocos críticos invitados pegan gritos de entusiasmo, y aseguran que se trata de lo mejor de Truffaut, a la par de Jules y Jim. Se consolida el mito Almendros.

Pero: F. T. tiene ya preparado otro guión para filmar inmediatamente después de El niño salvaje. Según los cálculos de los supersticiosos del ambiente cinematográfico (el 100 por ciento), tendrá que ser el acostumbrado bodrio que sigue a la obra maestra.

Suena el teléfono en la casa de Almendros: el mítico iluminador deja la lapicera (está escribiendo un guión para su debut como director) y atiende. Es F. T., quien le pide que ilumine su siguiente bodrio, perdón, filme, Domicilio conyugal. Almendros, catalán y por ende racionalista, acepta. No cree en los fantasmas.

Plena filmación de Domicilio conyugal: todo procede normalmente, el trabajo de la mañana se va cumpliendo como era previsto. F. T. está doblemente feliz porque ha llegado a visitarlo Catherine Deneuve. Rubia, etérea, su inseparable amiga desde que filmaron La sirena del Missisippi. - Bonjour, Catherine. - Bonjour tout le monde. Es una más del equipo. Si un foquista estornudase, Catherine le alcanzaría un pañuelo; si a un extra se le cayera una horquilla, Catherine la recogería del suelo.

La sencillez enmascarada de Garbo. Almendros ilumina la escena con fe en el porvenir. Todo hace esperar que la próxima toma será efectuada sin interferencias extrañas, o malignas, o demoníacas... cuando... veo recortarse entre cables y lámparas de mercurio (¿y azufre?) la figura inquietante de la señora Jeanne Moreau. Con una ceja levemente arqueada lo observa todo mientras exhala densa bocanada de humo. Un escalofrío recorre la espina dorsal de los desprevenidos. Ha venido de visita la señora Jeanne Moreau, ex llama votiva del corazón de F. T.; se acerca al grupo y ¡pang!, suena el gong que indica la hora de almorzar.


ALMUERZO CON LAS ESTRELLAS

F. T., C. D. y J. M hablan animadamente de grandezas, para ellos banalidades, por supuesto. Moreau: cuenta que George Cukor finalmente va a concretar su viejo proyecto de filmar Chéri, de Colette (historia de una mujer madurísima y un amante joven); hace 15 años se realizó con Marlene Dietrich, después con Simone Signoret, ahora con Moreau.

Deneuve: acaba de llegar de España, agotada después de filmar Tristana, con Buñuel. Dice que el genial aragonés está tan sordo que toda comunicación se hace penosísima. Según ella, Fernando Rey (tío de Viridiana, y aquí padrino de Tristana) era quien mejor la pasaba porque en español Buñuel puede leer mejor los labios. Pero Franco Nero y ella terminaron la filmación al borde del colapso nervios.

Truffaut: habla de quienes más lo influyeron como director. Ante todo Hitchcock. Y ahora Lubitsch. Ve y estudia esos filmes incansablemente.

F. T.: lección de bonhomía y modestia.

C. D.: lección de sencillez y espontaneidad.

J. M.: lección de savoir faire, de je en sais pas quoi, de mystère, de qualité, de finesse, de piolité o piolesse, de cancherisme.

¡Pang!: suena el gong y hay que volver a filmar. Hiroko, disciplinada hija del Sol Naciente vuelve al trabajo contoneándose por entre las mesas. J. M. la observa y antes de irse habla en el oído de C. D.; seguramente le dice "no hay primera sin segunda ni segunda sin tercera". C. D., que ignora nuestro folklore patrio, sonríe despreocupada. Seguramente una de las danzas favoritas de J. M. es el pericón.