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¿Y Coco, no es terrible ese final? Sí que es terrible, y por eso me puse a escribirlo antes de acostarme anoche. Te gustaba tanto ese diálogo y lo imitabas tan bien: ¡tan cerca y tan contigo!, gritabas agitando el brazo y mirándome por sobre el hombro. Ahh Coco, qué terrible y qué lindo... por qué será que nos gustaban tanto esas cosas.
Fines de julio 22:30 hsHace días que me cuesta hasta bañarme. Tengo miedo de resbalarme y quién me vendría a socorrer en tal caso. No me creés si te digo que ante noche me pasé un poco de agua por las axilas, por el cuello, un poco de colonia y listo. A media tarde lleno la palangana y meto los pies en agua y sal mientras escucho un poco de radio. Ay Coco, qué pobre que está la radio estos últimos tiempos, te morirías de aburrimiento. No hay nada de nada, sólo música ruidosa y periodistas por todos lados diciendo pavadas que ni te imaginas. No puedo entender cómo cobran plata por hablar tantas pavadas seguidas, qué lujo esa gente, vivir de las tonterías que se le cruzan por la cabeza. Yo algo me distraigo y aprovecho para descansar las piernas que de tan hinchadas no se me ven casi las uñas. ¡Qué piernas supe tener Coco, y si me las habrás elogiado delante de tus amistades! Yo me ponía roja y tus conocidos más todavía. Ahh, ya no conservo nada Coco... Por lo menos si estuviéramos en Cuernavaca tendría un poco más de color en la cara, ¿no te parece?
Agosto, 23:20 hsLa noche cayó hace rato Coco, ni te imaginas lo oscuro que está afuera. Ni perros en la calle con este frío de locos. ¿Sabes una cosa Coco? Sé que no te va a gustar escucharlo pero necesito decírtelo porque hace días que lo pienso y no se me va de la cabeza. ¡No te vas a enojar, eh! Lo que siento es que... creo que no voy a llegar a la primavera, aunque falte tan poco creo que estoy muy cansada como para llegar a la primavera. Aunque no lo compartas deberías entenderme y ponerte en mi lugar. Es que tengo tan poco para hacer... más que cuidar tus restitos, compartir con vos las cintas y conversar un rato... nada más. Ojo que no es poco, no me mal interpretes. Pero las cintas se están acabando y no sé si vale la pena volver a empezar de nuevo. Lo que sí podría hacer es escribir todos los diálogos que más te gustan y guardarlos en la cajita con el resto de las cosas. Pero la verdad es que la vista también se me cansa y no creo que alcance ni a media docena de cintas. También podría grabar los diálogos del televisor con tu grabador de mano. Pero las pilas no durarían demasiado y cómo hago para bajar a comprar, además de lo caras que deben estar. ¿Entendes Coco? Podría hacer algunas cosas todavía pero no sé si valdría la pena a esta altura del partido. Aunque te cueste deberías entenderme y ponerte en mi lugar. No te creas que me pesa tanto estar vieja y haber perdido cierta dignidad del cuerpo. No te creas que es eso. Hasta te diría más, ojalá fuera eso y listo. No Coco, no es eso. Tampoco te voy a mentir y decirte que me encantan estos pies inflados y estas caderas chamuscadas. No, eso reconozco que no me agrada nada, pero bueno... contra el tiempo qué se le va a hacer.
Las cintas Coco, me preocupan las cintas. Si yo las dejo dos días sin pasarle la franela se me llenan de polvo que no sé por dónde entra tanta tierra. No quiero ni pensar qué pasaría en una semana, un mes, un año. Sería terrible Coco, terrible, el polvo se las comería, las taparía por completo, no servirían nunca más. Además la chica no les daría bolilla, ella no entiende qué hay adentro de esas cintas y cuánto vale. ¿Entendes Coco?, se echarían a perder de tanto polvo maldito.
Fines de agosto, 22:15 hs
Por si hace falta aclararlo tengo que decirte que por tus restitos no debes preocuparte. Ya lo pensé bien y creo estar segura de todo. Una carta breve con todas las indicaciones precisas y listo. ¿Sabes una cosa Coco? Parece que estuviera loca pero no puedo dejar de pensar en una cosa. Es un poco oscuro lo que imagino pero si no me sincero ahora cuándo. Pienso en nuestras dos urnitas, juntas y bien limpitas. Pienso en una persona dedicada exclusivamente a pasarle un trapito húmedo al vidrio, cada día o dos veces por día, reluciente, reluciente... Ya sé Coco que estas cosas no te gustan nada pero bueno, es lo que se me pasa por la cabeza estos últimos días, no puedo no contártelo, entendeme. Está bien, no sigo porque de última son cosas mías y listo.Es increíble pero el frío no quiere parar y a esta ventana no se le puede estar a menos de dos metros que te congelas. Más vale bajo bien la persiana y corro las cortinas, total...
Hoy no como, ni té ni galletitas ni nada, para qué. Bañar ya me bañé y fui de cuerpo. Pasé el plumero a las cintas y controlé que estén en orden. Ordené la cajita con las cosas de Coco y el espejo del baño está bien limpito. El tacho de la basura está vacío y el sillón de las cintas bien sacudido. La alfombrita de entrada está en su lugar y la tierra del malvón está más que húmeda. La carpeta blanca de crochet está en el centro de la mesa y la heladera bien ordenadita. Si la memoria no me falla creo que está todo perfectamente.
Podríamos ver una cinta más, ¿no? Pero cuál me pregunto, cuál. La verdad es que no sé. Debería cerrar los ojos y elegir una con la mano, al azar, cualquiera, la que sea. No sé si vale la pena Coco, a esta altura del partido. Me parece que ya está... ya está bien de cintas. No vamos a ver ninguna cinta, pero igualmente me pregunto cuál de todas hubiera elegido. Ayy, cómo me cuesta saberlo... son tantas y tantas lindas. No sé, no sé, no vale la pena perder tiempo en esas cosas.
Aunque para mis adentros estoy segura que sería una cinta de amor. Una de esas de amor en que un hombre y una mujer se aman hasta la desesperación y algo, siempre algo, surge para impedirles ser felices. Y entonces tienen que luchar contra eso que surge y por supuesto pierden y se separan irremediablemente. Se separan porque quieren o porque uno de los dos muere de algo, una guerra, o una enfermedad terminal o simplemente de tristeza por el destino que le tocó vivir. La cosa es que muere y chau, todo se termina tan rápido como empezó y a otra cosa mariposa, la cinta se acaba y una se queda pensando como una pavota. Un día, dos, tres y vaya a saber cuántos días una se queda pensando como una pavota.
Mauricio Alonso, abril de 2003