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Así es que si el Gran Lama del Tíbet te ha prometido su ayuda, ¿cómo puedes vacilar? Acepta el riesgo. El riesgo de lo que sea. Que no te importe ya la opinión de los demás, ni aquellas voces. Haz lo que es más difícil para ti en este mundo. Procede por tu cuenta. Mira la verdad cara a cara.

Es verdad que Chéjov no lo hizo. Sí, pero Chéjov murió. Y seamos justos. Por sus cartas, ¿qué sabemos de Chéjov? ¿Lo ha dicho todo en ellas? Seguramente, no. ¿No crees que ha tenido una vida interior de aspiraciones, que ni una palabra nos ha revelado? Lee, pues, sus últimas cartas. Había perdido toda esperanza. Si uno despoja esas cartas de toda su sentimentalidad son terribles. No queda nada de Chéjov. La enfermedad lo ha tragado.

Pero quizá para las personas sanas todo esto no es más que una insensatez. Nunca han viajado por este camino. ¿Cómo pueden ver en qué lugar estoy? Razón de más para seguir adelante sola y sin miedo. La vida no es sencilla. A pesar de todo lo que decimos del misterio de la Vida, cuando nos acercamos a él, le tratamos como si fuera un cuento de niños...

Bueno, Katherine, ¿qué entiendes por salud? ¿Y para qué la quieres?

Contestación: por salud entiendo la capacidad de vivir una vida completa, adulta, viva, activa, en estrecho contacto con lo que quiero, la tierra y sus maravillas: el mar, el sol. Todo lo que entendemos cuando decimos el mundo exterior. Quiero penetrar en él, ser parte de él, vivir en él, aprender de él, perder todo lo que es superficial y adquirido en mí, volverme un ser humano consciente y sincero. Al comprenderme a mí misma, quiero comprender a los demás. Quiero realizar todo lo que soy capaz de ser para poder ser (y aquí me he parado, he esperado inútilmente, una sola expresión dice lo que hay que decir) una hija del sol. Si uno habla del deseo de ayudar a los demás, de llevar una luz y otras aspiraciones semejantes, parece que uno mienta. Que baste esto. Ser una hija del sol.

Y luego quisiera trabajar. ¿En qué? Quisiera vivir de manera que me fuera posible trabajar con mis manos, mi corazón y mí cerebro. Quisiera tener un jardín, una casita, hierba, animales, libros, cuadros, música. Y de todo esto sacar lo que quiero escribir, expresar todas estas cosas. (Aunque tomara como personajes a cocheros de fiacre. Esto no importa.)

Pero la vida, la vida cálida, anhelante, viva, tener raíces en la vida, aprender, desear, saber, sentir, pensar, actuar. Nada que sea menos que esto es lo que quiero. A esto es a lo que tengo que tratar de llegar.

Estas páginas las he escrito para mí. Ahora voy a correr el riesgo de enviarlas a J... que haga lo que quiera con ellas. Así verá cuánto le quiero.

Y cuando digo: «tengo miedo», esta palabra no te tiene que inquietar, corazón mío. Todos tenemos miedo cuando estamos en casa del médico en una sala de espera. Sin embargo tenemos que pasar por ella, y en la sangre fría que consigue tener el que se queda reside toda la ayuda que nos podemos dar mutuamente...

Todo esto suena muy serio y arduo. Mas ahora que he luchado cuerpo a cuerpo con estos sentimientos ya no me parecen tal. Me siento feliz, en el fondo, muy en el fondo. Todo está bien.

(Estas palabras terminan el Diario de Katherine Mansfield y le dan un final adecuado. Desde el día que las escribió no la abandonó nunca la convicción de que «todo estaba bien». Entró en una especie de casa de retiro, una hermandad espiritual en Fontainebleau. El fin de esta hermandad, a lo menos, según lo comprendía ella, era el de ayudar a sus miembros a alcanzar su regeneración espiritual Al cabo de tres meses, a principios de 1923, me pidió que fuera a pasar una semana con ella. Llegué la tarde del 9 de enero, temprano. No he visto nunca, ni veré jamás a un ser tan hermoso como aquél; parecía como si la exquisita perfección que había siempre existido en ella la hubiese embargado por completo. Para usar sus mismas palabras, el último átomo de «sedimento», los últimos «vestigios de degradación terrenal», habían desaparecido completamente. Pero había perdido su vida para salvarla. Mientras subía a su habitación a las 10 de la noche, le cogió un acceso de tos que terminó en una violenta hemoptisis. A las diez y media estaba muerta.)

 

[Diario, Ediciones B, traducción de Ester de Andreis]