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P.D.: "Es la primera vez que pongo a un hombre en escena", dice usted.

M.D.: Sí.

P.D.: ¿Es cierto?

M.D.: Pero es virgen.

P.D.: Se ha dicho que ésta era probablemente la última novela colonial, ¿quiere esto decir que es el fin de una forma de tratar el exotismo? ¿Qué ha necesitado para hacernos creer que estamos en la India?

M.D.: Debe saber que las llamadas novelas exóticas me dan pánico. Y he tratado de hacerlo mediante elementos simples. Lo he hecho como si se tratase de colores. Para mostrar la India.

P.D.: ¿Cómo cuales?

M.D.: El hambre.

P.D.: El hambre, sí.

M.D.: La piedra, la lepra, las palmeras y el Ganges.

P.D.: ¿Qué estrecha relación hay entre la pordiosera y el vicecónsul?

M.D.: La pordiosera es aquello sobre lo que dispara el vicecónsul. He tratado de describir la conducta y la desgracia de la pordiosera. He tratado de preparar la llegada del vicecónsul para que se comprenda que si ese tipo de cosas existen, puede que alguien no las soporte y dispare sobre ellas, se puede matar la desgracia. Se puede disparar a la muerte. Pero muchos críticos se han equivocado en este tema. He recibido cartas, la gente quiere que lo explique. No puedo explicarlo mejor que en mi libro.

P.D.: ¿Explicar el qué?

M.D.: Los crímenes del vicecónsul en Lahore. Muchos críticos se preguntan por qué dispara y a qué. No dispara a los transeúntes ni a las palomas. Dispara al hambre.

P.D.: A la desgracia.

M.D.: Dispara al millón de niños que van a morir de hambre en los próximos cuatro meses.

P.D.: ¿También dispara a la locura?

M.D.: No creo que dispare a la locura. Dispara al dolor.

P.D.: Muchas gracias.

[Fin de la entrevista de 1.965]