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Versión del occiso a través de un espiritista

Luego de violar a mi mujer el ladrón, sentado aquí mismo, la empezó a consolar. Claro que yo no podía hablar. Estaba firmemente maniatado al pie de un cedro. Sin embargo, muchas veces le guiñé el ojo como para decirle: "no te dejes engatusar por el ladrón." Era más o menos lo que le quería comunicar. Pero mi mujer, en su abatimiento, sentada entre las hojas de bambú, mantenía la mirada fija en el regazo. Al parecer escuchaba al ladrón. Los celos me consumían. Entretanto, aquel granuja pasaba astutamente de un asunto a otro. Finalmente, el ladrón se atrevió a presentar su desvergonzada propuesta: "Después de deshonrada no es posible que te lleves bien con tu marido. Entonces, ¿por qué no te casas conmigo? El amor fue lo que me llevó a tratarte violentamente."

Mientras el criminal hablaba mi mujer levantó la vista como en un trance. Nunca la vi tan bella como en aquel momento. ¿Qué le contestó mi agraciada mujer mientras yo seguía atado al árbol? Perplejo, no puedo recordar sus palabras sin que la rabia y los celos me quemen. La oí decir claramente: "Llévame entonces contigo adonde vayas."

Este no es su único pecado. Si sólo se tratara de eso no me atormentaría tanto la oscuridad. Saliendo del bosquecillo y como en un sueño, su mano enlazada a la del ladrón, vi que se ponía repentinamente pálida y señalándome atado al cedro decía: "¡Mátalo! Mientras viva no podré casarme contigo. ¡Mátalo!", gritó varias veces como si hubiera perdido la razón. Incluso hoy sus palabras amenazan con precipitarme al oscuro abismo sin fondo. "¿Se ha oído jamás algo tan odioso en boca de un ser humano? ¿Alguna vez hirieron oído humanopalabras tan perversas? ¿Tan siquiera una vez esas..." (Repentina exclamación de desdén.) Ante sus palabras, el propio ladrón palideció. "Mátalo", gritó colgándose de sus brazos. Mirándola fijamente, calló..., cuando, sin darme tiempo a meditar una respuesta la derribó entre las hojas de bambú. (De nuevo exclamación desdeñosa.) Cruzándose mudamente de brazos me miró y dijo: "Decide. ¿La mato o la dejo viva? Dímelo con un movimiento de cabeza. ¿Matarla?" Sus palabras, en mi opinión, lo redimen.

Mientras vacilaba oí un alarido y la vi adentrarse en el bosquecillo. El ladrón había intentado en aquel momento asirla del brazo pero ni siquiera pudo cogerle una manga del quimono.

Después que ella huyó, él agarró mi espada, el arco y las flechas y de un golpe me cortó las ataduras. Recuerdo que dijo entre dientes: "La suerte está echada." Fue entonces que se apartó del bosquecillo. Todo quedó en silencio. 0 no. Oí a alguien llorar. Mientras acababa de desatarme seguí atento hasta que vi que era mi propio llanto. (Largo silencio.)

Me incorporé extenuado al pie del cedro. Delante de mí refulgía el espadín que había dejado caer mi mujer. Recogiéndolo me herí el pecho. Un coágulo de sangre me subió a la boca, pero no sentí el más mínimo dolor. Al enfriarse mi pecho todo se cubrió del silencio de los muertos en sus tumbas. ¡Qué profundo silencio! No se oyó trinar un pájaro sobre esta tumba perdida en la cima de una montaña. Sólo una triste luz flotaba sobre los cedros y la montaña. Paulatinamente la luz disminuyó hasta que los cedros y el bambú se desvanecieron. Echado en aquel sitio, me dejé envolver por el silencio.

Entonces vi que alguien se arrastraba hacia mí. Intenté ver quién era. Pero me rodeaba la oscuridad. Alguien... y ese alguien sacó suavemente con mano invisible el espadín que me había enterrado en el pecho. Al mismo tiempo la sangre se me agolpó en la boca. Y de una vez por todas me hundí en la oscuridad del espacio.