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Y en Europa, Sergio Leone sacó buen provecho de "Yojimbo" y lo plagió sin contemplaciones en "Por un puñado de dólares", en la que convirtió a Clint Eastwood en el prototipo occidental de mercenario sin nombre que antes había interpretado Mifune; la música de los spaghetti-westerns de Sergio Leone, compuesta por Ennio Morricone, también se basó clarísimamente en los temas de los chambaras de Kurosawa; al final, fueron los chambaras los que terminaron bebiendo del estilo spaghetti, como se puede comprobar en la saga de "Lobo solitario y su cachorro".
Aunque Kurosawa habia recibido con agrado el remake americano unos años antes de "Los siete samurais" por parte de John Sturges (le regaló un sable por su labor en "Los siete magníficos"), no estuvo tan contento con el plagio descarado de Leone, y le llevaria ante los tribunales. Por supuesto, Kurosawa ganó el pleito.
Tras "Yojimbo" y su secuela "Sanjuro", donde los niveles de hemoglobina vertida empezaron a ser considerables, Kurosawa se atrevió de nuevo en 1963 con el thriller de connotaciones sociales en la expléndida "El infierno del odio", adaptación de la novela de Evan Hunter "Ransom" que jamás fue mejor trasladada a la pantalla. El rapto de un niño, hijo de un industrial en plena bonanza, desencadena una de las investigaciones policiales más minuciosas y apasionantes jamás filmadas, que supone un descenso a los infiernos desde la lujosa vivienda del industrial interpretado por Mifune hasta los bajos fondos y la miseria de la drogadicción, retratada por Kurosawa con un cariz casi fantasmagórico.
En 1965 llegaría "Barbarroja" en la que recupera su tema preferido, el de la relación maestro-alumno. Se trata de un intenso drama humanista sobre los avatares de un hospital para enfermos pobres, donde Kurosawa da rienda suelta a todas sus obsesiones vitales y estudia numerosos aspectos de la miseria y de como combatirla. Aunque la película fue acogida con un increible alborozo por muchos críticos y festivales, el público sin embargo le dio la espalda y supuso la bancarrota para Kurosawa. Además, durante el rodaje de la misma, Kurosawa y Mifune tuvieron una terrible discusión de la que jamás se supo el origen, y su amistad quedó prácticamente rota.
A pesar de todos estos avatares, "Barbarroja" es sin duda alguna la última obra maestra del mejor periodo de Kurosawa, y una de sus obras más depuradas en el aspecto visual, ético y moral, a pesar de las concesiones "sensibleras" que muchos le achacaron en su momento.
A partir de entonces llegan años terribles en la vida de Kurosawa; viaja a Hollywood y trabaja en algunos proyectos: presenta el guión de "El tren del infierno", que no vería la luz hasta 1985 bajo la dirección de Andrei Konchalowsky; después le proponen rodar un western épico sobre la vida del general Custer con Toshiro Mifune como Toro Sentado, a lo cual se niega rotundamente. Por último participa en el guión y el rodaje de "Tora, tora, tora", del cual es despedido a los pocos días por el jefe del estudio, Darryl Zanuck, que lo consideraba como a un completo chalado por sus pretensiones y sus métodos.
Tras ser despedido, sin que ninguno de sus proyectos viera la luz, regresó a su país para rodar la más amarga de sus cintas, y la primera en color, "Dodeskaden" (1970) sobre unos relatos de Shugoro Yamamoto. Para poder financiarla, tras la quiebra de Kurosawa Productions, tuvo que montar otra productora independiente junto con algunos directores amigos suyos, llamada Yon ki No Kai, « el grupo de los cuatro mosqueteros »; los otros socios fueron Keisuke Kinoshita, Kon Ichikawa y Masaki Kobayashi. "Dodeskaden" es una película desoladora sobre la miseria y la marginalidad, mucho más compleja y difícil que el anterior cine de Kurosawa. La película duraba originalmente cuatro horas, pero la distribuidora decidió mutilar casi dos horas para su distribución. Aún asi fue un fracaso de taquilla sonado que obligó a disolver la productora Yon Ki No Kai, y que sumió a Kurosawa en una depresión que casi acaba con su vida: al año siguiente, intentó suicidarse cortándose las venas de las muñecas y el cuello. Kurosawa estaba convencido de que no podría seguir dirigiendo porque sus formas no cuadraban ya con el cine moderno.