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En ese minuto me desperté. El auto estaba detenido y la tormenta había pasado, pero seguía lloviznando. Estábamos cerca de la Fundición Strömsnäs, donde el camino serpentea entre tupidos bosques por un lado y cataratas fluviales por el otro. Reinaba el silencio por doquier. Los tres jóvenes habían abandonado el auto y Marianne estaba sentada fumando un cigarrillo, echando el humo por la ventanilla. Ráfagas de olores fuertes y agradables llegaban desde el bosque mojado.
ISAK: ¿Qué ocurre?
MARIANNE: Los chicos quisieron bajar un poco para estirar las piernas. Están allá.
Hizo un ademán hacia un claro cerca del río. Los tres estaban atareados juntando flores.
ISAK: Pero llueve todavía.
MARIANNE: Les conté lo de la ceremonia de hoy y se empeñaron en hacerle un homenaje.
ISAK (suspira): ¡Dios mío!
MARIANNE: ¿Durmió bien?
ISAK: Sí, pero soñé. Imagínese... estos últimos meses he tenido los sueños más raros. Es realmente curioso.
MARIANNE. ¿Qué es curioso?
ISAK: Es como si estuviera tratando de decirme algo a mí mismo que no quiero oír cuando estoy despierto.
MARIANNE: ¿Y qué es lo que quiere decirse?
ISAK: Que estoy muerto, a pesar de que estoy vivo.
Marianne reaccionó violentamente. Su mirada se ensombreció e hizo una inspiración profunda. Arrojó el cigarrillo por la ventanilla y se volvió hacia mí.
MARIANNE: ¿Sabe que usted y Evald se parecen mucho?
ISAK: Ya me lo dijo antes.
MARIANNE: ¿Sabe que Evald ha dicho la misma cosa?
ISAK: ¿Sobre mí? Sí, lo creo.
MARIANNE: NO; sobre sí mismo.
ISAK: Pero sólo tiene treinta y ocho años.
MARIANNE: ¿Puedo contarle todo o le aburriría?
ISAK: Se lo agradecería si me lo contara.
MARIANNE: Fue hace unos meses. Yo deseaba hablar con Evald y tomamos el auto y fuimos a la orilla del mar. Estaba lloviendo, exactamente como ahora. Evald iba sentado donde está usted, y yo conducía.