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Después de esto hay que comentar el sueño, el famoso sueño que tantos quebraderos de cabeza dio a Bergman, por sufrirlo, y a estudiosos en su intento por interpretarlo. Para rodar ese sueño, Bergman contrató a un diseñador de decorados alemán, que era expresionista y de ahí podemos comprender ese ambiente que se respira en él, dónde Isak aparece en una calle solitaria, dónde las fachadas de las casas son blancas y dos o tres planos dejan constancia de una especie de obsesión de soledad.

Dice Bergman que este sueño lo había sufrido miles de veces. Había inventado el hecho de verse él mismo dentro del ataúd, pero todo lo demás está realizado tal y como lo había soñado siempre.

Isak es un personaje bien construido y muy bien escrito. Desde que se levanta esa mañana de la cama vamos a descubrirle como un ser egoísta, encerrado en sí mismo, que se olvidó de cómo vivir la vida y al que su existencia aquí en la tierra se ha convertido en un infierno. Es como si hubiese quedado encerrado en el mundo, como si la tierra se hubiese convertido en una prisión habiendo quedado atrapado en ella, como si vivir aquí se hubiese convertido en un tormento y quisiese liberarse de ello. De algún modo suponemos también que eso debe ser la llegada a la vejez, desde la cual, sin duda, todo se ve distinto.

Una mueca, simplemente una mueca. Un cambio en esa forma de mirar. Una mirada que se transforma y transforma todo. Es todo un mundo el que encierra el rostro de Isak en esta película, quizás sencilla en apariencia, pero seguro que muy compleja en sus entrañas.

Primera parada. Nos vamos acercando al corazón de la película. La casa donde Isak pasó gran parte de su vida. Aquí empieza el milagro. El flashback. El recuerdo. Imágenes que se encuentran tan vivas en la mente de Isak que le parece estar viéndolas de nuevo. Como él mismo dice, le parece estar asistiendo de nuevo a esas historias que vivió en su niñez... asistir de nuevo a su pasado.

El tratamiento que Bergman empieza a conferirle a la narración empieza a ser asombroso. Es como si a partir de ahora Bergman nos quisiese demostrar la verdadera fuerza que poseen esas imágenes en su mente, la verdadera huella que deja el pasado en nosotros, poniendo de nuevo a Isak ante ellas.

Bergman une el presente con el pasado, aquí puede empezar a descubrirse esa especial nostalgia de la que está dotada esta película. Consigue darle una dimensión inalcanzable. Sobrenatural. Se nos está presentando un tratamiento simultáneo del tiempo. El presente y el pasado se dan la mano. Se entremezclan. Se confunden y se funden. Es aquí cuando se aprecia el verdadero dominio que tiene Bergman sobre la gran metáfora que está creando.

La parada en la gasolinera abre un hueco para la comprensión del personaje de Isak por nuestra parte. Hará ver la historia de otro modo. Es evidente que ha habido una transformación. Antes era bondadoso, como deja claro el matrimonio propietario de la gasolinera.

Podemos pensar que el culpable de toda esta situación es la erosión que ha ocasionado el paso del tiempo, la llegada a la vejez y el estar tocando la puerta de la muerte.

Después se produce el encuentro con el matrimonio y tan lamentable es el estado en el que se encuentran y contribuirá tanto a hacer reflexionar después a Marian sobre su matrimonio con Evald (su marido), que llega un momento en que no aguanta más a la pareja, que termina echándolos. Esto dotará de una mayor dimensión a la reflexión que está realizando Bergman, a través de esa conversación que mantienen Marian y su marido posteriormente bajo la lluvia.
En "Fresas Salvajes" hay latente una visión de la vida pésima, amarga, gris y a veces hasta lamentable.

En el siguiente sueño que tiene Isak se pueden empezar a encajar las piezas de porqué Sara no se casó con él. Vemos a Sara e Isak frente a frente. Isak se refleja en un espejo que sostiene Sara con una de sus manos y ella le reprocha cosas, le dice que está viejo y que, encima, al decirle eso, sabe que se ha cabreado y que no se le pueden decir las cosas porque se cabrea. Eso, en el fondo, es lo que parece ser que siente él y la metáfora es el espejo, donde se refleja él y es ese el hecho que puede hacer pensar que sea él mismo el que se está autoanalizando. Parece descubrirse el subconsciente de Isak. Pensamientos que emergen, que lleva escondidos en su mente, que, como él dice en algún momento de la película, sabe que son así, que están ahí, pero se niega a escucharlos. Al decirle Sara eso, es como si ella hiciese de voz de su conciencia.

El momento al que asistimos a continuación es uno de esos momentos que dejan claro porqué Bergman es un artista total.