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IV

La institución cinematográfica se apoya, según Christian Metz, sobre un trípode de tres patas: la económica: que exige ganancias, la ideológica: que reitera, casi subrepticiamente, cierta manera de leer el mundo y la del deseo del espectador: que es la que lo lleva a llenar las salas. ¿Puede filmarse fuera de la institución? Relativamente. Si se considera, por ejemplo, la obra ejemplar de Jean-Marie Straub y Danielle Huillet -realizada con escasos medios, fuertemente contestataria desde su forma y muy poco vista- podría pensarse que sí. Pero sus películas, que cuentan con sostenidas financiaciones estatales y de las televisiones con pretensiones artísticas, ¿están realmente fuera de la institución? ¿O, más bien, se ubican en un margen que ella misma determina y que, quizás, no pueda franquearse?

El problema radica en que los jóvenes cineastas argentinos, obligados por la circunstancia a la insoslayable práctica de la co-producción, parecen, en su mayoría, no querer situarse en un lugar relegado, pretenden, y ciertamente es legítimo, un cierto número de espectadores, que muy rara vez logran, capaces de asegurarles la factibilidad de un nuevo proyecto. Pero, nuevo interrogante, ¿hasta cuándo sus películas interesarán a los europeos? o ¿qué concesiones habrá que hacer para que esto ocurra?. Las modas cinematográficas, como cualquier moda, son también efímeras y ¿quién recuerda ya el boom del cine australiano en los '70 o el suceso, bastante global, del cine iraní en el primer lustro de los '90?

Mientras, el público argentino, más bien el de Buenos Aires, porque, como ya advertí, muchos de estos filmes ni siquiera llegan a las ciudades importantes de la provincia (3), les sigue dando la espalda, salvo a aquellas contadísimas excepciones, como El bonaerense, que consiguen la distribución de una fuerte compañía productora, en principio dedicada a la televisión. Se sabe que hay precedentes históricos que dicen que nunca los "nuevos cines" contaron con el respaldo popular en sus países de origen; tampoco se ignora que hoy, más que nunca antes en la historia de la exhibición cinematográfica, el público acepta, gustoso y sin siquiera tener conciencia de ello, el lavado de cerebro al que lo somete la industria del entretenimiento, sin un resabio de pudor. Pero, entonces, ¿cuáles son los pasos a desplegar en esta encrucijada por los cineastas?. Probablemente habrá tantas respuestas como directores y sólo el tiempo, al que uno se suele encomendar eludiendo así responsabilidades, nos dirá qué camino tomó cada uno de ellos como, en su momento, ocurrió con los jóvenes directores franceses que debutaron entre 1958 y 1962.

V

Si recurrí a la anécdota sobre la rata africana como posibilidad para caracterizar a todas estas películas, a las que me resisto a calificar como "nuevas", adjetivo que a esta altura del uso de la lengua exige una precisión de la que no soy capaz, pese a que en muchos casos lo son y no sólo por su fecha de realización -tanto por sus propuestas estéticas como por las estrategias puestas en juego para su producción-, es porque me parece que tras su apariencia que puede verse como inofensiva, algunas arrojan dentelladas sobre ciertos a priori que antes no se sometían a discusión, considerados casi como verdades reveladas. Es curioso que el I.N.C.A.A., que suele poner trabas, ampliamente difundidas por los cineastas en las entrevistas que conceden, a muchos de estos proyectos, tampoco utilice, en su promoción, la etiqueta "nuevo cine argentino". Y eso pese a los premios, módicos pero ciertos, que algunos de estos filmes atrapan en el equívoco universo de los festivales internacionales.

A continuación, desde mi lugar excéntrico de enunciación: la provincia, pensaré ciertos filmes que me parecen imprescindibles a la hora de caracterizar, si es que esto es posible, el cine joven argentino, extraídos de la obra de aquellos cineastas que estrenaron su opera prima en salas comerciales de cines de Buenos Aires desde el 1° de enero de 1996 al 31 de octubre de 2003 (4). Quedan fuera, entonces, algunos que considero de interés extremo y que el azar me ha permitido ver -como La cruz del sur y Ana y los otros- que se estrenarán en el 2004; así como también otros -como los mediometrajes Cantata de las cosas solas o Cabeza de palo- que, probablemente, nunca accedan al circuito comercial por sus características inusuales que no se agotan en su duración.

 

(3) Algunos, pocos, filmes producidos en la provincia argentina, a veces con colaboración económica del I.N.C.A.A., no autorizan a imaginar un futuro, estéticamente válido, ni alternativo a la producción porteña ni integrándose a ella. Sí, entre los largometrajes, habría que mencionar la valiosa Cicatrices, que conoció un fugaz e injusto estreno en Buenos Aires, y dos productos orgullosamente under: El investigador de ciudades y Tal vez Tokio.

(4) Soy consciente que al delimitar el territorio en el que me moveré, cometo injusticias inevitables. Pienso en dos, las omisiones, por causas distintas, de La fe del volcán y Todo juntos.


11 de noviembre de 2003