[3]
Los primeros fracasos del partido en la provincia checa
En 1904 la provincia no estaba ni con mucho adecuadamente preparada para echar a andar el programa del nuevo partido. El campesino checo seguía sembrando tranquilamente sus eras, su ganado mugía calmado en los establos y le seguía dando la misma cantidad de leche que antes. En las organizaciones agrarias de aquel tiempo no se discutían los escándalos de los Svehla, los Bergmann o los Prásek. Los nacionales liberales se mantenían firmes en sus sedes campesinas, la paz y el sosiego reinaban en las aldeas checas, una cierta indolencia dominaba a todos los representantes de las pequeñas poblaciones. Ante este estado de cosas no podíamos esperar que la provincia checa, al igual que otros sectores hicieran suyas nuestras ideas; no obstante, tuvimos la osadía de hacerle propaganda a nuestro programa cultural en esa provincia checa tan dejada de la mano de Dios. El inolvidable Josef Kratochvíl, hijo del fondero y propietario de una finca en Letnany fue el único entre toda la población campesina que nos tendió una mano auxiliadora. Ese buen hombre, que tiempo atrás fuera suspendido tres veces consecutivas en la Academia Comercial Checa de Praga, supo reconocer a tiempo que lo más razonable era hacerles a los campesinos la cuenta de los quesillos y cervezas consumidos, que no de verificar las cuentas corrientes en los bancos. De vez en cuando venía a Praga, pasaba a saludarnos, y entusiasmado por nuestros principios me invitó un buen día a preparar para el domingo siguiente una conferencia didáctica para la población campesina de Letnany la gente sin conciencia -la cual tendría verificativo en la sala de la fonda de su padre. Sin demora me preparé para mi viaje apostólico. Bien sabía yo que al pueblo llano del campo no se le puede conmover con clichés bombásticos sin ningún sentido por lo que respecta a su posición social. A ese pueblo hay que hablarle de lo que lo liga a la gleba natal.
Por esta razón elegí para mi conferencia en Letnany -que pronunciaría ante un nutrido auditorio por concurrir a ella también los vecinos de Viñor y Cakovice- un tema muy popular, a saber: Algunas nuevas opiniones respecto del modo de exterminar ratones.
Estimado público:
Fue en el año 1812 que el investigador y científico inglés Swifen, propuso la brillante teoría de que los ratones del campo no se reproducen. En aquella época se extendían sobre el haz de toda Europa los nubarrones de las guerras napoleónicas. La ciencia se encontraba bajo el yugo de las bayonetas y de los caprichos militares del gran tirano Napoleón. No hay que sorprenderse de que la Academia de Ciencias de Francia no elevara esa vez su voz en contra de la maravillosa teoría del inglés Swifen, a pesar de que Inglaterra y Francia no tenían por ese entonces relaciones muy amistosas. No fue sino hasta después de la batalla de Waterloo que cambió el tenor de estas relaciones. Inglaterra le impuso a Francia a Luis XVII y el científico británico Swifen procuró imponerles a los científicos franceses la idea de que los ratones no se multiplican en absoluto. Con ello la provincia francesa llegó al colmo de la indignación y los profesores franceses compartieron esos sentimientos. Fue sobre todo el científico francés Bernard, quien, en el año 1816, en dos libros que editó casi simultáneamente, demostró fuera de toda duda que los ratones se reproducen a razón de 1x240. Pero como en todos lados se encuentra un traidor, también esta vez entre los mismos franceses el profesor Charles Clemont, dos años más tarde, salió con una nueva teoría que apoyaba completamente el punto de vista del inglés Swifen de que los ratones no se reproducen, y la apoyó con sus propios experimentos, explicando:
- Con extraordinarios sacrificios económicos adquirí dos ratones, los puse en una misma jaula y los observé estrechamente por espacio de dos años. No se reprodujeron.
El asunto fue investigado cuidadosamente y se puso en claro que los ratones se encontraban en una misma jaula y que en efecto habían estado bajo observación dos años. Pero que se trataba de dos machos. A resultas de esto, el profesor Clemont se ahogó en el Sena con sus dos ratones.
Al apagarse el sonido de estas mis últimas palabras se armó un alboroto en la sala y un individuo saltó hacia la mesa donde yo estaba.
- ¡Eso que usted dice es pura tontería; vecinos, echémoslo de aquí!.
Me pusieron inmediatamente de patitas en la calle aún cuando yo les insistía en que no era todo y que ahora vendría lo mejor.
Y lo mejor vino. Me arrojaron al lodazal de la carretera de Dáblice, perdí el sombrero, y no contentos con ello, me persiguieron a garrotazos hasta Vysocany.
Ese fue el primer fracaso de nuestro Partido del Progreso Moderado Dentro de los Límites de la Ley, en la provincia. Los fracasos subsecuentes vinieron a su tiempo con lo cual queda constatada sin lugar a dudas la poca comprensión que se tiene hacia los problemas de la cultura.