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[B o r i s · V i a n . . .]

Aguardé a mis 23 años para escribir. Ah, los jóvenes. Eso es abnegación. Luego intenté contar a la gente historias que nunca había leído. Pura tontería, doble tontería: a la gente sólo le gusta lo que ya conoce; pero a mí no me complace, por lo que conozco, en literatura. En el fondo, las historias me las contaba a mí. Me hubiera gustado leerlas en los libros de los demás. Pero ahora, me diréis, escribo cosas que ya conozco; pues bien, estoy de acuerdo en que no lo llaméis literatura; y os hablo en plurar, porque bien habrá algunas personas que lo lean, sed decentes, vamos. E incluso si no. ¿Acaso no tengo derecho a dirigirme a gente que no me escucha? En fin, no conté mis amores en una primera novela, mi educación en la segunda, mis purgaciones en la tercera ni mi vida militar en la cuarta; sólo he hablado de cosas que ignoro por completo. Esta es la verdadera honestidad intelectual. No se puede traicionar el tema cuando no hay tema -o cuando no es real.

[R a y m o n d · Q u e n e a u . . .]

Boris Vian es un hombre instruido y bien educado, proviene de Centrale, lo que no es poco, pero eso no es todo:

Boris Vian tocó la trompeta como ninguno, fue uno de los renovadores de la cave en Francia; defendió el estilo Nueva Orleans, pero eso no es todo:

Boris Vian también defendió el bebop, pero eso no es todo:

Boris Vian pasó ante la justicia de los hombres por escribir J'irai cracher sur vos tombes, bajo el nombre de Vernon Sullivan, pero eso no es todo:

Boris Vian ha escrito otros tres pseudoepígrafes, pero eso no es todo:

Boris Vian tradujo verdaderos textos americanos auténticos absolutamente, e incluso con las dificultades del idioma que son increibles, pero eso no es todo:

Boris Vian escribió una obra de teatro, L'Équarrissage pour tous, que fue interpretada por verdaderos actores sobre una verdadera escena, sin embargo no contaba con las restricciones de la Q.I.R., pero eso no es todo:

Boris Vian fue uno de los fundadores de una de las sociedades más secretas de París, el Club des Savanturiers, pero eso no es todo:

Boris Vian escribió hermosos libros, estraños y patéticos, L'Écume dels jours, las más conmovedora de las novelas de amor contemporáneas; Les Fourmis, el más termitante de los relatos escritos sobre la guerra; L'Automone à Pékin, que es una obra difícil e infravalorada, pero eso no es todo:

Porque todo esto no es nada aún: Boris Vian se convertirá en Boris Vian.

 

[L o s · b u e n o s · a l u m n o s]

I

Lune y Paton bajaron la escalera de la Escuela de los Kanas. Salían de la clase de Anatomía contribuyente y se aprestaban a almorzar antes de reanudar su turno ante el inmueble del Partido Conformista, cuyas vidrieras acababan de romper unos energúmenos con bastones nudosos. Balanceaban alegremente sus esclavinas azules silbando una marcha kana, que se acompasa, cada tres tiempos, con un buen bastonazo blanco sobre el muslo del vecino, y por esa razón debe ser ejecutada preferentemente por un número par de kanas. Giraron al final de la escalera y tomaron el corredor abovedado del refectorio. Bajo las viejas piedras, la marcha resonaba curiosamente, ya que el aire entraba en vibración para el la bemol 4, del que el tema completo no llevaba menos de trescientos treinta y seis. A la izquierda, en el patio rectangular y plantado de árboles en forma de torta, otros futuros kanas hacían ejercicios de flexibilidad, jugando al salto a la vaca en patines, estudiando la contradanza al son de un violín, martillando calabazas que debían partir de un solo golpe con sus porras verdes de ejercicio. Lune y Paton no prestaron la menor atención a ese espectáculo en el que participaban como actores todos los días salvo el jueves, día de descanso para los kanas.

Lune empujó el portón del refectorio y pasó primero. Paton esperó un minuto para terminar la marcha de los kanas porque no silbaba tan rápido como Lune. Por otras puertas, los alumnos de la Escuela llegaban en grupos de dos o tres, muy animados, porque habían tenido exámenes el día anterior y esa mañana.

Lune y Paton se dirigieron hacia la mesa siete donde se encontraron con Arrelent y Poland, dos de los kanas más atrasados de la Escuela, cosa que compensaban con un descaro poco común. Se sentaron todos en un gorgoteo de sillas aplastadas.

- ¿Anduvo bien? -preguntó Lune a Arrelent.

- ¡Kojones molidos! -respondió Arrelent-. ¡Me dieron una vejeta de prueba que tenía como setenta pirulos, y dura como un caballo, la zorra!

- Yo rompí los nueve dientes de la mía de un solo golpe -dijo Poland-. El examinador me felicitó.

- ¡Qué mala pata! -insistía Arrelent-. Me dio tanta bronca que perdí mi pasaje a la esclavina de plomo.

- Yo sé por qué -dijo Paton-. Ya no encuentran suficientes en los barrios pobres, entonces nos dan algunas que vienen de lugares mejor alimentados. Esas aguantan más. Fíjate que para las mujeres todavía puede andar, pero esta mañana me costó un trabajo loco hundir mi porra en el ojo de mi tipo...

- Sí -dijo Arrelent-, yo había previsto la cosa, y arreglé un poco mi porra.

Se la mostró. Hábilmente había afinado la extremidad.