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Franz Biberkopf quería lo «bueno», pero ¿qué era eso más que una palabra? Yo lo someto a una carrera de baquetas, las desgracias se suceden: Biberkopf va a la caza de lo bueno, una caza con ojos cerrados, pero monta en un caballo que galopa, ¿cuándo se partirán el cuello los dos, corcel y jinete? Al final parecen haberse roto el cuello. Pero cuando Franz acaba en el manicomio, algo ha cambiado sin embargo en él. El sacrificio se ha consumado silenciosamente. Como se dice al final, ahí está, como portero de fábrica, vivo aunque averiado, la vida lo ha zarandeado poderosamente.

Este libro, cuya reproducción anticipada fue rechazada por los dos principales periódicos liberales de Berlín, fue publicado anticipadamente por el viejo «Frankfurter Zeitung» y suscitó ya entonces cierta expectación. Después de su aparición, «Berlín Alexanderplatz» se convirtió en un best-seller, y las ediciones y las traducciones mejores o peores se sucedieron.

Y cuando se citaba mi nombre se añadía: «Berlín Alexanderplatz». Aunque mi camino no había terminado, ni mucho menos.

Höchenschwand (Selva Negra), 31 de julio de 1955

Epílogo a una nueva edición (1955)