Mi madre muy cerca de mí...
pero por encima de todo límite de tiempo:
somos dos sobreviviente en uno.
Sus suspiros, aquí, en la cocina,
sus desmayos a la menor sombra de noticia degradante,
a la mínima sospecha de un nuevo ataque
del odio de la manada de goliardos que se burlan
al pie de mi habitación de agonizante.
Sólo soy la naturaleza de mi soledad.

Como una esposa puesta en la hoguera junto al rey
o sepultada a su lado
en una tumba que se va como una barquilla
hacia los milenios -la fe de los Años Cincuenta,
está aquí a mi lado, ya ligeramente por encima de los límites del tiempo
dejándose desmenuzar también ella
por la airada paciencia de los granos azules del mar.

(Fragmento de Las bonitas banderas, poema incluido en Poesía in forma de rosa (1961-1964), Milán, Garzanti, 1964. Hay traducción al castellano de Juan Antonio Méndez en Poesía en forma de rosa, Madrid, Visor, 1982)

En mi familia, pues, todos vivimos
la existencia tal como debe ser;
las ideas con que nos juzgamos a nosotros mismos
y a los demás, los valores y los acontecimientos,
son, como suele decirse, un patrimonio común
a todo nuestro mundo social.
Yo en este sentido era peor que todos.
Es difícil decir como he vivido;
como, para vivir, me bastaba la naturalidad del vivir;
ocuparme de la casa, de mis afectos,
como si hubiera sido una campesina en su cubil familiar,
que lucha con uñas y dientes para la existencia.

(Fragmento de La pérdida de la existencia poema que integra el Apéndice a la primera parte de Teorema, el libro que escribió Pasolini en 1968 poco antes de rodar la película homónima. Hay traducción al castellano de Enrique Pezzoni en Teorema, Buenos Aires, Sudamericana, 1970)

Es posible que en esta amargura -que nos permite trabajar con gran entusiasmo y con pocas esperanzas, me atrevería a decir... estoicamente- se base nuestra colaboración tan mágicamente solidaria. Somos tan puntuales y formales como los niños aplicados en la escuela, ¿no es cierto?, y tenemos un sentido muy arraigado del deber: jamás faltaremos a nuestra palabra...No me fue difícil 'contemplar' todos estos aspectos de tu naturaleza -puntualidad, sentido del deber, lealtad- mientras trabajamos juntos en Marruecos, en Roma, en Milán. Es todo esto, precisamente y aunque parezca extraño, lo que origina el misterio de tu belleza. Tu belleza amarga, que se ofrece, amenazadora, como una teofanía, un esplendor de perla, cuando, en realidad, estás lejos. Apareces donde se cree, se trabaja, donde hay más fatigas, pero estás donde no se cree, no se trabaja, donde no hay afanes. Reclamada entre nosotros por una obligación que (quién sabe por qué) se crea viviendo, permanece la realidad de tu lejanía como una lámina de cristal alzada entre el mundo y tú. Sin que nunca te lo hayamos dicho (dado el salvaje pudor) mi alma estaba frecuentemente contigo, detrás de ese cristal.

(Fragmento de Carta abierta a Silvana Mangano publicada en el n° 46 del semanario Tempo, el 9 de noviembre de 1968. Recopilada en Il caos, Roma, Riuniti, 1980, edición a cargo de Gian Carlo Ferretti. Hay traducción al castellano de Antonio-Prometeo Moya: El caos. Contra el terror, Barcelona, Crítica, 1981)

¿Cómo me hice marxista?
Y bien... iba entre las florecillas primaverales, blancas y celestes,
que nacen justo después de las prímulas,
-y un poco antes de que las acacias se cubran de flores,
perfumadas como la carne humana, que se descompone en el calor sublime
de la más bella estación-
y escribía en las orillas de las pequeñas lagunas
que a lo lejos, en el país de mi madre, como uno de esos nombres
intraducibles se las llama "fonde",
con los hijos de los campesinos que se bañaban inocentemente
(porque permanecían impasibles ante su vida
mientras yo los imaginaba conscientes de lo que eran)
escribía los poemas de "El ruiseñor de la Iglesia Católica".
Era en el '43: en el '45 todo fue diferente.
Esos hijos de campesinos, ya más grandes,
se pusieron un pañuelo rojo en el cuello y marcharon
hacia la capital del distrito, con sus puertas
y sus palacetes venecianos.
Y es así cómo supe que eran jornaleros,
y que había también patrones.
Me puse del lado de los jornaleros, y leí a Marx.

(Fragmento del largo poema Poeta de las cenizas, hallado por su biógrafo Enzo Siciliano entre los papeles íntimos de Pasolini, tiempo después de su asesinato. Dice Siciliano que las 32 páginas del texto fueron escritas, casi con seguridad, en agosto de 1966 en Nueva York. La traducción es del poeta Arturo Carrera y fue publicada en la revista argentina "Diario de Poesía")