Resta decir aún por qué me gusta la película, más aún, como me conmueve profundamente. Y ahora, deberé llevar mi punto de vista a un terreno franco, a una waste land si queréis donde hallar en mí los restos (¡tan abundantes!) de decadentismo, y en Fellini los presupuestos (¡tan abundantes!) de realismo.

He hablado de la ácrítica ideológica de Fellini, de su desesperada necesidad de confiarse al instinto y a la vocación: debo añadir que en tal falta de crítica permanecen abandonadas y confusas también sus aspiraciones racionales y precisamente en sentido marxista, que irrumpen y ¡cuántas veces! en su obra.

Pero no afirmaría que el mayor mérito de su obra esté aquí, lo que cuenta en Fellini es lo que de eterno y absoluto persiste en su ideología genéricamente católica: el optimismo amoroso y simpatético. Observad la Roma que describe: es difícil de imaginar un mundo más completamente árido. Una aridez sin vida, que angustia. Vemos pasar ante nuestros ojos un río de personajes humillados, en una humillante grieta de la capital. Cínicos todos, mezquinos todos, egoístas todos, caprichosos todos, presuntuosos todos, miserables todos, qualunquistas todos, es la muestra de la pequeña burguesía en su ambiente, en el que se exalta su carácter puesto en evidencia bajo una luz totalmente tétrica. A éste se añaden, por arriba y por abajo, monstruos sin origen, irreferibles: por arriba los nobles, por abajo el subproletariado, y nos traen una bocanada de aire fresco que a su manera es pura y vital. Pero cómo lograr ver pureza y vitalismo también en la masa pequeño burguesa que bulle en esta Roma arribista, escandalosa, cinematográfica, supersticiosa y fascista, me parece algo increíble.

Sin embargo, no hay uno solo de estos personajes que no resulte puro y vital, presentado siempre en su momento de energía casi sacra. Observad: no hay un personaje triste, que nos lleve a la compasión: a todos les va bien, aunque les vaya mal; vital lo es cada uno en su adaptarse a vivir, a pesar de su carga de muerte e inconsciencia.

No he visto nunca un filme en el que todos los personajes estén tan llenos de felicidad de existir: incluso lo doloroso, lo trágico, se configuran como fenómenos cargados de vitalidad, como espectáculos.

(Fragmento de La dolce vita, para mí se trata de un filme católico, publicado en Il Reporter el 23 de febrero de 1960. La crítica está incluida íntegramente en I film degli altri, Roma, Ugo Guanda, 1996. Hay traducción al castellano de Carmen Gallego Cruz: Las películas de los otros, Barcelona, Prensa Ibérica, 1999)

Pier Paolo Pasolini.- Es la obra que quizás he calculado menos, donde se mezclan con toda sencillez todos los elementos que yo imaginaba reunir: el humor, el ingenio romano, la crueldad y el egoísmo, el código popular a que antes me he referido.

Jean Duflot.- ¿Cuáles son las influencias culturales, especialmente pictóricas, del lenguaje de La Ricotta?

P.- Igual que en Accattone, Masaccio. Por la sobriedad del paisaje, la simplicidad de los volúmenes, la tosquedad de la iluminación...En cambio en los trozos en que ironizo sobre el realizador (Orson Welles) de esta cómica Pasión, y en los que me caricaturizo a mí mismo, me refiero a los manieristas, otra grande pasión personal: Pontormo, Rosso Fiorentino, los manieristas florentinos.

J.D.- ¿Cómo llegó a conciliar en el terreno práctico la sobriedad y el ritmo?

P.- Se debió indudablemente a la economía natural del filme. Es la película que he rodado más aprisa y con menos material. También el metraje relativamente corto (30 minutos) me obligaba a la concisión.

J.D.- Esta madurez de la escritura, en su tercer filme, ¿corresponde a un momento particular de su existencia?

P.- Es el momento de madurez de los años 60, que corresponde a un período de intensa actividad creadora, en el que publico varias novelas y poemas. Es la calma que precede a la tempestad, después llegará la crisis.

(De Duflot Jean: Entretiens avec Pier Paolo Pasolini. París, Pierre Belfont, 1970. Hay traducción castellana de Joaquín Jordá para Barcelona, Anagrama, 1971 con el título de Conversaciones con Pier Paolo Pasolini)