En mi caso concreto, la ideología política es la marxista, pero la ideología estética proviene de la experiencia decadentista aunque profundamente modificada y arrastra consigo los restos de una cultura superada: evangelismo, humanitarismo, etc. (...) La verdadera ideología de un escritor consiste en verificar lo que sucede durante este choque, durante esta fusión...
(Fragmento de una respuesta a una reseña de Salinari, publicada en Vie Nuove, noviembre de 1961)
La Iglesia sólo puede ser reaccionaria; la Iglesia sólo puede estar de parte del poder; la Iglesia sólo puede aceptar las reglas autoritarias y formales de la convivencia: la Iglesia sólo puede aprobar las sociedades jerárquicas en que la clase dominante garantice el orden; la Iglesia sólo puede detestar cualquier forma de pensamiento aunque sólo sea tímidamente libre; la Iglesia sólo puede estar en contra de cualquier innovación antirrepresiva (esto no significa que no pueda aceptar formas, programadas desde arriba, de tolerancia: practicada en realidad, desde hace siglos, no ideológicamente, según los dictámenes de una Caridad disociada -repito, no ideológicamente- de la Fe); la Iglesia sólo puede actuar completamente al margen de las enseñanzas del Evangelio; la Iglesia sólo puede tomar decisiones prácticas mencionando sólo formalmente el nombre de Dios e incluso alguna vez olvidándose de hacerlo; la Iglesia sólo puede imponer verbalmente la Esperanza porque su experiencia sobre los hechos humanos le impide alimentar ninguna especie de esperanza; la Iglesia sólo puede (para llegar a temas de actualidad) considerar eternamente válido y como un paradigma su concordato con el fascismo.
(Fragmento del texto La Iglesia, los penes y las vaginas, un comentario a 20 sentencias de la Sacra Rota, a cargo de Stelio Raiteri, con prólogo de Giorgio Zampa -Roma, Borletti, 1974-, publicado en Tempo el 1° de marzo de 1974. Está incluido en Scritti corsari, Milán, Garzanti, 1975. Hay traducción al castellano de Mina Padrós: Escritos corsarios, Barcelona, Planeta, 1983)
Junio 1963
Querido Alfredo:
Me pides que te resuma por escrito, para mayor comodidad tuya, los criterios que presidirán mi realización de Il vangelo secondo Matteo.
Desde el punto de vista religioso, para mí, que he intentado siempre incorporar a mi laicismo los caracteres de la religiosidad, existen dos datos ingenuamente ontológicos: la humanidad de Cristo está impulsada por tanta fuerza interior, por tan irreductible sed de saber y de verificar el saber, sin temor a escándalo ni a contradicción, que, para ella, la metáfora divina se halla en el límite de lo 'metafórico', hasta llegar a ser idealmente una realidad. Por otra parte, para mí, la belleza es siempre una 'belleza moral'; pero esa belleza llega siempre a nosotros mediatizada: a través de la poesía, o la filosofía o la práctica. El único caso de 'belleza moral' no mediatizada sino inmediata, en estado puro, lo he experimentado en el Evangelio.
En cuanto a mi relación 'artística' con el Evangelio, es bastante curiosa: ya sabrás que como escritor, nacido idealmente de la Resistencia, como marxista, etc., durante los años cincuenta mi trabajo ideológico se dirigió hacia el racionalismo, en polémica con el irracionalismo de la literatura decadente (sobre la que me había detenido y a la que tanto quería). Por el contrario, la idea de hacer una película sobre el Evangelio es, debo confesarlo, fruto de una curiosa oleada irracionalista. Quiero hacer una pura obra de poesía, incurriendo quizás en el peligro del esteticismo (Bach, y en parte, Mozart como motivo musical; Piero della Francesca y, en parte, Duccio, para inspiración de los valores figurativos; la realidad prehistórica y exótica del mundo árabe, como fondo y ambiente). Todo esto pone peligrosamente en danza mi carrera de escritor, lo sé. Pero estaría bueno que, amando tan entrañablemente el Cristo de Mateo, fuese a tener miedo de poner algo en peligro. Tuyo,
Pier Paolo Pasolini
(Carta enviada al productor cinematográfico italiano Alfredo Bini, reproducida en el volumen de la colección Voz imagen, de la editorial española Aymá, que publica el guión de El evangelio según Mateo)
Gian-Luigi Rondi.- ¿Cómo ubicaría a este filme (se refiere a Salò o le centoventi giornate di Sodoma) respecto de sus filmes anteriores (¿Cómo ha llegado a él, cuál de sus discursos sigue y, eventualmente, qué otro discurso pretende inaugurar?)
Pasolini.- Éste es el filme de la adaptación. He terminado olvidando cómo era Italia hasta hace una década o menos, y, como no tengo otra alternativa que el suicidio o el exilio, he terminado aceptando a Italia tal cual es ahora. Un inmenso pozo de serpientes donde, salvo alguna excepción y algunas míseras élites, todo es serpientes, estúpidas y feroces, indiferenciables, ambiguas, desagradables. Y todo ello, a causa de: a) su degradante consumismo, un consumismo impuesto y, en segundo lugar, sectorialmente, b) la escuela obligatoria, que los ha frustrado, volviéndolos conscientes de su propia ignorancia y, a la vez, presuntuosos de esas cuatro tonterías moralistas y seudodemocráticas que aprendieron allí, c) la televisión, que les muestra los modelos de vida y los valores a través de un lenguaje que, al ser pura representación, no admite réplicas lógicas, d) una infinidad de otras causas, todas concurrentes, y todas nacidas de una misma matriz: el cambio de naturaleza del poder económico. Si las cosas son ahora así, ¿puedo hacer yo filmes como los de la Trilogía de la vida? He estado en Oriente y no puedo volver allí. Aquí, te dan ganas de cortarles los cabellos a los cretinos con jeans, atildado y con barbas de menipeos y brahmanes; lo que siempre aparece ante tus ojos es el mismo rostro infeliz y vagamente siniestro que te mira, y no sabes si te está provocando, suplicando, si piensa pedirte ayuda o darte un puntapié. ¿Cómo representar la antigua alegría del sexo -la alegría del sexo de los tiempos de relativa represión, alegría que era puro reino interior, venganza contra el poder, arrobamiento respecto de él, burla-, a través de estos jóvenes ahora infelices por las obligaciones que ha creado la falsa tolerancia? No queda otro camino que adaptarse, querido Rondi. Y como la adaptación es una derrota, y la derrota nos vuelve agresivos y hasta un poco crueles, aquí está Salò, o digamos más bien, salaud.
(De un reportaje realizado por el crítico cinematográfico italiano Gian-Luigi Rondi, fechado el 24 de agosto de 1975)