¿Qué es la Familia hoy? Después de haber corrido prácticamente el riesgo de disolverse a sí misma, así como al doble mito económico-religioso -según las previsiones progresistas de los intelectuales laicos-, hoy la Familia vuelve a ser una realidad aún más sólida, más estable, más encarnizadamente privilegiada que antes. Es cierto, por ejemplo, que en lo que se refiere a la educación de los hijos han aumentado enormemente las influencia externas (tanto, repito, que en un momento determinado se ha llegado a pensar en un definitivo reajuste pedagógico, totalmente fuera de la Familia). Sin embargo la Familia ha vuelto a convertirse en aquel poder e irremplazable centro infinitesimal de todo tal como era antes. ¿Por qué? Porque la civilización de consumo necesita a la familia. Una persona sola no puede ser el consumidor que pretende el productor. Puede ser un consumidor ocasional, imprevisible, libre de elegir, sordo, incluso capaz de rechazar, de renunciar a ese hedonismo que se ha convertido en la nueva religión. La noción de "individuo solo" por su misma naturaleza es contradictoria e inconciliable con las exigencias del consumo. Hay que destruir a la persona como ser individual. Hay que sustituirla (como es sabido) por el hombre-masa. La familia es, precisamente, el único posible exemplum concreto de "masa". Es en el seno de la familia cuando el hombre se vuelve verdaderamente consumidor: primero por las exigencias sociales de la pareja, después por las de la misma familia..

(Fragmento de Marzo de 1974. Vacío de caridad, vacío de cultura: un lenguaje sin orígenes, prólogo a una serie de Sentencias de la Sacra Rota, recogidas por Francesco Perego. Está publicado en Scritti corsari, Milán, Garzanti, 1975. Hay traducción en castellano a cargo de Mina Pedrós en Escritos corsarios, Barcelona, Planeta, 1983)

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.

(Poema hasta ahora inédito, incluido en Tutte le poesie, Roma, Meridiani Mondadori, 2003, edición curada por Walter Siti. La traducción al castellano es de Hugo Beccacece)

Las hojas de los saúcos, las hojas
que en los canales brotan de las cálidas
y redondas ramas, entre sangrientas redes,

entre las terrazas amarillentas y anaranjadas
de los castaños friulanos, alineados
en desnudas perspectivas

contra las áridas ondulaciones de los montes
o en dulces curvas a lo largo de las festivas
pendientes de las orillas...

Las hojas de los enmarañados chopos,
que no tiemblan, se agrupan en silenciosos
grupos al fondo de los campos de alfalfa;

las hojas de los humildes alisos a lo largo
de los muertos terrones en donde fermenta
el trigo con temblores de dicha;

las hojas de la caña que cubre dulcemente
en las empalizadas los tapices de oro de la vid.

¿Te acuerdas de aquella noche en Ruda?
Aquel nuestro darse, juntos, en un juego
de pura pasión, medida de nuestra cruda

juventud, de nuestro corazón apenas niño?
Era una lucha abrasante en sí misma,
pero su fuego se extendía más allá de nosotros.

(Fragmento de Cuadros de Friuli, versos escritos con ocasión de la exposición del pintor Giuseppe Zigaina, en Roma. Está incluido en Le cenere di Gramsci: Milán, Garzanti, 1957. Hay traducción al castellano de Antonio Colinas: Las cenizas de Gramsci, Madrid, Visor, 1975)

El del fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Se puede hacer un fútbol como un lenguaje fundamentalmente prosístico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético. Para explicarme mejor, daré algunos ejemplos: Bulgarelli juega un fútbol en prosa; es un prosista realista. Riva juega un fútbol en poesía: es un poeta realista. Corso juega un fútbol en poesía, pero no es poeta realista, es un poeta un poco maudit, extravagante. Rivera juega un fútbol en prosa, pero la suya es una prosa poética, de elzevirio. Incluso Mazzola es un elzevirista, que podría escribir en Corriere della Sera, pero es más poeta que Rivera. Cada tanto, interrumpe la prosa e inventa, por ahí, dos versos fulgurantes. Se entiende que entre la poesía y la prosa no hago distinciones de valores; la mía es una distinción puramente técnica.

Hay momentos en el fútbol que son puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre una subversión del código: cada gol es una ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. (...) El fútbol que produce más gol es el fútbol más poético. Incluso el dribbling es de por sí poético (aunque no siempre como la acción del gol). En los hechos, el sueño de cada jugador (compartido por cada espectador) es partir de la mitad del campo, dribbliar a todos y marcar. Si, dentro de los límites consentidos, se puede imaginar en el fútbol una cosa sublime, esa esa. Pero no sucede nunca. Es un sueño.

(...)

El cerrojo y la triangulación, que Breccia llama geometría, es un fútbol de prosa: está en realidad basado en la sintaxis, o sea en el juego colectivo y organizado; esto es ejecución razonada del código. Su momento poético es el contragolpe, con el anexo de gol (que, como habíamos visto, no puede ser más que poético).

(Fragmento de un artículo de Pasolini citado, sin indicar lugar de publicación original, en Corriere della Sera 1876/1986, Dieci anni e un secolo. Pasolini e il Corriere, Milán, 1986. Hay traducción al castellano de Ángel Faretta en Diario de Poesía 25, Verano de 1992. Cabe consignar que Pasolini fue capitán del equipo de fútbol de la Facultad de Letras de la Universidad de Bolonia, con el que en 1941 gana el Campeonato Interfacultades)

El futuro se presenta como futuro no religioso, privado de promesas y de 'mañana', vivido totalmente 'aquí y ahora' por un hombre en tanto que mens momentánea, inmunizado contra la angustia de la historia, de la caída de todas las formas que hasta ahora han protegido la historia y la tradición: un poder internacional como es el nuevo poder industrial tiene derecho por si mismo a una historia global, sintética, capaz de interpretarse científicamente, sin la menor participación sentimental (participación sentimental inflexible y chantajeadoramente pedida hasta hoy por los poderes particulares vigentes: estatal, militar, eclesiástico, etc.), el hombre de la industrialización absoluta se realiza en la tierra y sustituye a todos los viejos paradigmas míticos con nuevos mitos (al parecer, carentes de arquetipos) nacidos de una nueva calidad de vida.

(...)

Que las semillas pierdan su forma bajo tierra y renazcan, comienza a sernos del todo indiferente; y lo mismo el 'año' como ciclo agrario ligado indisolublemente a nuestra supervivencia. Que un año tenga principio y fin (con el riesgo de que el sol desaparezca para siempre) y que los días tengan un alba y un crepúsculo (con el sol que 'desciende' para crear un paradigma del descenso al reino de los muertos) son cosas que sólo nos afectan por inercia y casualmente. (Es cierto que hay todavía dos mil millones de habitantes del 'tercer mundo', todavía campesino, todavía históricamente perdido en todas estas cosas; pero ¿cómo fingir que no se sabe que se trata de un enorme bache histórico, de un mundo que esta condenado a extinguirse?).

El tiempo ha de convertirse en un continuum sin principio ni fin (excepto los exclusivamente fenoménicos), como para los hombres de la prehistoria, que no conocían la agricultura y que por tanto no habían conceptualizado los ritmos temporales.

(Fragmentos de Los problemas de la Iglesia, artículo aparecido en el semanario Tempo el 19 de abril de 1969. Está incluido en Il caos, Roma, Riuniti, 1980, edición a cargo de Gian Carlo Ferretti, Hay traducción al castellano de Antonio Prometeo-Moya: El caos. Contra el terror, Barcelona, Crítica, 1981)