Descubrí un pequeño fragmento de película que parecía venido de un mundo desaparecido: las giras que, a comienzos de los años 30, hizo La Barraca, la compañía de teatro que Lorca formara con estudiantes. Las preguntas que hacían continúan siendo urgentes y sin respuesta. ¿Por qué hacer teatro? ¿Para quién hacer teatro. Con Marisa Paredes y Lluis Pasqual intenté reencontrar, a partir de textos de Lorca, un mundo cuyos valores e ilusiones están excluidos del mundo de hoy. ¿El mundo de la utopía? Dedico esta película a José Val del Omar, que registraba con su cámara mudas las giras de La Barraca.

(De un texto escrito para el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires en ocasión de una retrospectiva parcial de su obra en 2002.)

(...) al leer los Diarios de Jünger, en el año 78 ó 79, me estremecí, porque sentí que parecido -justo o injusto es otra cosa- hay entre la visión que tiene Jünger de la vida en París durante la Ocupación, y las noticias que yo tenía en ese momento de la Argentina durante el Proceso. Esa vida llena de teatros, de cines, del Mundial de fútbol, de actividades donde toda la sociedad está animada, palpitando, y con una normalidad de superficie muy visible. Ese fue el núcleo que me llevó a hacer La guerre d'un seul homme, el punto de vista tan frío, tan distante de Jünger, donde no hay un solo adjetivo de indignación, de espanto. Pero no me hubiera impresionado tanto cuando leí los Diarios en el 78, y no se me hubiera ocurrido hacer esa película, si no hubiera estado presente la experiencia argentina que a la distancia yo percibía con esos mismos códigos de 'normalidad' a la que aludo.

(Extraído de un reportaje realizado en París, el 7 de diciembre de 2001, por Teresa Orecchia. Fue publicado en su totalidad en el número 621, correspondiente a marzo de 2002, de la revista española Cuadernos hispanoamericanos.)

El comentario más interesante que se hizo de la película es el de Pascal Bonitzer en Cahiers du Cinéma: decía que la película parecía invertir el proceso tradicional del documental, y que las imágenes comentaban el texto. Son cosas que a veces lo iluminan a uno. Me dije: caramba, está dicho con mucha concisión y en el fondo es eso. Porque yo me guiaba por una selección de textos mucho más larga que la que lleva la película, pero durante el montaje iba buscando momentos, historias, anécdotas, pedazos de documentales que no me parecieran ilustraciones. No quería ilustrar, sino al contrario hacer entrar el texto y la imagen en contradicción, o en una relación más dialéctica.

(Extraído de un reportaje realizado en París, el 7 de diciembre de 2001, por Teresa Orecchia. Fue publicado en su totalidad en el número 621, correspondiente a marzo de 2002, de la revista española Cuadernos hispanoamericanos. En otro momento del mismo, Cozarinsky aclara que La guerre d'un seul homme "es una película basada totalmente sobre material hallado.")

Hacer una película a partir de citas... citas que, al encontrarse dirían más de lo que dicen, un más que significaría otra cosa. Rehuso usar la voz de la historia (esto era la verdad). Prefiero poner en movimiento la ambigüedad de las mentiras a fin de restituir lo vivido en un momento histórico, sin renunciar por esto a la perspectiva que el paso del tiempo nos dio sobre ese momento. Darme un gusto: detener la imagen en algunos momentos desconocidos para hacer visible el gesto de un testigo sin voz, de una víctima sin gloria.

(De un texto escrito para el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires en ocasión de una retrospectiva parcial de su obra en 2002.)

Alejo Schapire: Todos los personajes de los cuentos de La novia de Odessa tienen algo en común: están en tránsito. Parecería que le interesan menos las razones de la emigración o la experiencia del exilio que ese instante de suspenso en medio del viaje.

Edgardo Cozarinsky: Sí, creo que es exactamente así. No se me había ocurrido pensarlo, pero en general creo que la gente que me interesa es la gente desarraigada. Pienso que todos somos, en distinta medida, en el mundo de hoy, desarraigados. No es necesario ser un exiliado en el sentido técnico de las Naciones Unidas, creo que todos somos desarraigados, aun cuando estemos viviendo en el país donde nacimos, porque de alguna manera el país donde nacimos nunca es el país donde vivimos. Creo que yo era tan desarraigado cuando vivía en la Argentina con respecto a mi vida imaginaria como lo puedo ser ahora. Tal vez lo era más en aquel entonces porque no había hecho la experiencia de instalarme en otro lado. Además me gusta la idea de, como decía el cineasta Joseph Losey, "feeling at home in not been at home": "Sentirme en casa en el hecho de no estar en casa."

(De un reportaje realizado en febrero de 2001 por Alejo Schapire en París. Publicado en Radar libros, suplemento del diario argentino Página 12.)

Lo empecé a escribir hace dos años en el hospital, con un problema de salud bastante grave, y creo que esa gravedad hizo la urgencia con que me largué a escribirlos. Fueron escritos, de alguna manera, en línea recta uno detrás de otro. La novia de Odessa es un libro de relatos que se podrían imbricar unos con otros de forma diferente y constituir capítulos de una novela. Pero me pareció más interesante dejarlos separados, que el lector sospeche que a lo mejor el protagonista de un relato es el nieto de una pareja de la que se habla en el primero y que, más adelante, en el último, el muchacho norteamericano tal vez sea uno de los primos lejanos (porque se mencionan primos dispersos por el mundo). Es como una especie de calidoscopio. Me pareció más interesante, desde el punto de vista narrativo, dejarlo en una serie de relatos y no tratar artificialmente de imbricarlos en una novela, aunque todos subterráneamente estén relacionados.

(De un reportaje realizado por Gustavo Pablos, publicado en el libro La voz del interior (Córdoba, Argentina), el 12 de mayo de 2001.)

El Amante: Con la película sobre los Cahiers lograste que se enojaran todos: los partidarios de la revista y sus enemigos.

Edgardo Cozarinsky: Tenés razón, aunque las cosas están muy estabilizadas: no me parece que queden muchos enemigos ni partidarios de los Cahiers. Las reacciones de los enemigos vienen de una polémica histórica muy antigua, de los 50 y los 60, de gente que sobrevivió a la época y mantiene viejos rencores. No es una cosa muy actual, aunque recibí cartas anónimas indignadas, llamados telefónicos, pedidos de rectificación. Los de Cahiers fueron más sutiles y los enojados se dividen en dos tipos. Por un lado, la gente a la que no le pedí testimonio y que quería decir algo en la película. O gente a la que le grabé tres horas y su parte se redujo a tres minutos que no eran los que más les importaban. Y después hubo un gran vacío, deliberado de mi parte, sobre la gente que entró en los últimos diez años a la revista. Algunos son interesantísimos, escriben muy bien, pero esa gente todavía no hizo historia en los Cahiers, no dejaron una marca. Yo no hice una película promocional, un institucional. Pero los redactores recientes lo tomaron muy mal. Yo sabía que me metía en camisa de once varas y por otro lado me divertía.

El Amante: Pero ellos aprobaron que vos hicieras la película…

Edgardo Cozarinsky: La película surgió a partir de Canal Plus y Cahiers la aprobó. Lo que les interesaba era que yo no fuera francés aunque vivo en Francia hace 25 años, y que no hubiera tomado parte en ninguna rencilla interna. Tampoco fui un director Cahiers. Hablaron bien de alguna película mía pero nunca estuve en el panteón de la revista. Me pidieron que usara mi propia voz para que quedara claro que había un acento, un tipo de afuera. Lo que no me imaginé es que esos temas fueran hoy una llaga no cerrada y que provocaran reacciones violentas o irónicas. Seguramente, en la Argentina se la puede ver con más tranquilidad.

(Fragmento de una entrevista realizada por la redacción de la revista argentina El Amante, en agosto de 2001.)