Por fin, un día, cuando nuestros paseos se encontraban en el punto de transformarse en inútiles divagaciones en vano, me concedí una pausa y me sometí a un proceso de purificación mental, en el intento de liberarme y olvidar todo aquello que había sido dicho y escrito: en día y medio escribí más de cien páginas de guión. Hoy, mientras intentaba escribir esta carta, Menzel me ha dicho: "Si bien la novela fue escrita en forma de flashback, Hrabal a logrado trasponerla al lenguaje cinematográfico en una precisa secuencia cronológica, evitando así el riesgo de confundir al espectador. Contrariamente a la tendencia prevaleciente en el cine de la época, hemos buscado mantener una narración clara y fácil de comprender".

Desde ese momento no hubo ningún obstáculo más que pudiera impedir a Menzel obtener de Barrandov los medios y el soporte necesario para la realización del proyecto que deseaba y en el que creía, y del que tenía incluso un cierto temor. Durante el rodaje, todas las veces que me lo encontraba por la calle, se llevaba las manos a la cabeza y decía con un lamento: "¡Oh, señor Hrabal! ¡Estoy haciendo una chapuza con su pequeña historia, de verdad!". Y yo le decía puntualmente: "¡Siga con su chapuza!". No me presenté nunca en el rodaje -pasé una vez sólo por algunos minutos, tras los cuales me sentí como si una oleada de horror me hubiera arrollado, porque la grabación de una película, para mí, es una cosa tremenda que de noche me hace caer de la cama si se me ocurre pensar en ello.

Naturalmente, el azar continuo jugando sus golpes extraordinarios. Ya antes del inicio del rodaje, Menzel se peleó para usar actores no profesionales, es decir personas que no habían nunca interpretado en una película, o sólo ocasionalmente. El papel principal quedó largo tiempo vacante; diez, quince Milos Hrma con el uniforme puesto sufrieron interminables pruebas, pero una y otra vez se rebelaban inadecuados al papel. Por fin el propio Menzel se puso aquel uniforme e hizo la prueba, pero después de verse en la pantalla exclamó: "¡Soy demasiado viejo, lástima!". Fue sólo después de esta enésima tentativa que la señora Fikar, mujer del director de producción, dijo un día: "La otra tarde vi al joven Neckár, sería un magnífico Hrma". Y así fue, a pesar del hecho de que tuviera un ojo más bajo que el otro y que una de sus orejas sobresaliera de la cabeza como una ala de pajarito. Y así, gracias al azar, el cantante de jazz Václav Neckár, en virtud de su insospechado talento, pero sobretodo del modo en que Jirí Menzel lo veía, se convirtió en Milos Hrma y contribuyó al éxito de la película Trenes rigurosamente vigilados no sólo entre el público sino también entre la crítica; y fue de nuevo gracias al azar -aquél otro nombre del Espíritu Santo- que el primer largometraje de Menzel recibió el reconocimiento más ambicioso al que una película pueda aspirar: el Oscar.


P.S.: En su carta, me preguntaba también que prefería, si la película o la novela. Diría que las dos obras son verdaderamente complementarias la una de la otra, habiendo mucha realidad en la película y tantas imágenes visibles en mi prosa. Pienso que esto es debido al hecho de que me baso mucho en los diálogos y no pierdo nunca de vista este aspecto de la realidad que se presenta bajo la forma de un hecho o de una historia, e incluso sus elementos transcendentales y levemente metafísicos busco traducirlos al lenguaje de la acción que, estoy seguro, está siempre presente, desde el principio, en nuestro pensamiento y también en el arte. Prefiero la película a mi novela, quizás porque en la época yo y Menzel nos entendimos tan bien, y porque Menzel, que era entonces bastante más joven que yo, buscaba de todos modos encontrar un denominador común conmigo, pese a ser más viejo que él. Quizás es por esto que todavía hoy continuamos siendo complementarios como dos espejos que se devuelven uno a otro el reflejo de nuestra visión poética. Pero estas reflexiones no van paralelas, se cruzan como las espadas en el emblema de la porcelana de Messein, y quizás el punto en el que nos cruzamos dará vida todavía una vez más a otro encuentro extraordinario y producirá otra película en la que buscaremos decir eso que nos interesa en este extraño mundo, un mundo en el cual esperamos y creemos. Praga,


14 de enero de 1971


(1) Jirí Menzel, Bohumil Hrabal, Closely Observed Trains, Lorrimer, Londres 1971.

 

Traducción de Ferdinand Jacquemort