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Fines de abril, 18:45 hs

Creo que está refrescando. Voy a fijarme si la ventana está bien cerrada. Ayy... no sé por qué todavía me empeño en sentarme en estos sillones tan bajos que no me puedo levantar. Son cómodos, sí, pero a mis años...

Es increíble... podría asegurar que ayer mismo el sol cayó por lo menos cinco minutos más tarde que hoy. No me gusta que sea así, menos de las siete y ya tan oscuro. Ya sé que con lo poco que salgo de este departamento podría ser el día noche y la noche día que ni me entero. La ventana está bien cerrada, es el vidrio el que se enfría y lo hace sentir en los huesos. Voy a correr la cortina.

Esta mañana pasé un poco el plumero por las cintas. Las de muy arriba y las de muy abajo siguen con un poco de polvo pero la espalda no me da y a la chica no le digo, no vaya a ser que tire y rompa alguna. Una periodista que anduvo por acá el otro día me dijo que las aleje dos centímetros de la pared por la humedad que las daña. Ya lo voy a hacer.

Ya está, ni nada quedó de la tarde.

Yo diría que veamos primero una, luego como algo de la heladera y después vemos la otra. Voy a buscar el cuaderno que si no me pierdo y no sé qué toca esta noche.

A ver... umm... acá está. Sí, que estamos con la Dietrich me acuerdo, pero quiero ver qué sigue con la cronología. A ver... ya te digo... qué pena que nos quede poco por ver de ella. Ayer Montecarlo antes de la cena y después... después Testigo de cargo. Entonces hoy... hoy nos toca... uy! Sed de mal, la del grandote que desposó a la Hayworth. ¿Pero esa no es la que ella aparece tan poquito haciendo un papel que debería haber sido el protagónico? Siento tu respuesta Coco... ni falta hace que vivas para oírla.

Y después de que yo coma nos tocaría esa de Nüremberg pero es tan larga y tan pesada que la vamos adelantando hasta que aparezca ella, no vale la pena toda entera. Bueno, ¿qué te parece el programa de hoy?. Te conozco tanto que podría jurar que te morís por volver a Marruecos. Pero eso no podemos, hay miles de cintas y todavía queda Dolores del Río, la Russell, todo Ginger Rogers y después seguimos con los directores, los géneros, los años, los estudios...

La verdad Coco que si fuera por mí la adelantaría. Yo no sé qué le vio la Hayworth a alguien tan modernizado para contar una simple historia. Y si adelantamos mejor todavía para después tener más tiempo para comentarla antes de irme a dormir.

Mirá, mirá, ahí está ella. ¡Qué rostro, qué ojos! La verdad es que parece otra, parece la hija de la de Marruecos ¿no? No te discuto que es una artista que me gusta, pero siempre en esos papeles tan... oscuros, tan... poco claros ¿no te parece? Sí, ya sé que no estás de acuerdo. De todas formas creo que en la Paramount todo estaba calculado para ella en cambio acá... tan poco lujo y además Tanya, qué nombre...

Insisto con que tengo frío. Serán estas chancletas, tan desgastadas las pobres.

1958, dejame recordar... Sí, me acuerdo perfecto de la carta que me mandaste desde Inglaterra el día después del estreno. Qué envidia, y yo acá... ¿o en Villegas?, eso no me acuerdo. Pero la cosa que es que yo me moría de ganas por estar allá con vos y que me lleves al cine para verla y luego comentarla comiendo algo rico entre la bruma de allá. En aquel tiempo no me conformaba con que me escribieras contándome de pe a pa las cintas que ni en meses llegarían. Quería verlas yo misma, con mis propios ojos... y con los tuyos, como en el Español de Villegas. Gracias a Dios que después no fue siempre así y pudimos deleitarnos con cintas de todos los colores. Te acordas cómo me las traducías despacito para no levantar barullo en las salas.

Ayy... Coco... y mi vida ahora es este hablar y hablar como una loca.


Junio, 20:15 hs

Hoy no ceno, más bien preparo un poco de mate. Este frío me saca el hambre y para colmo la humedad me hincha las piernas que ni las chancletas me andan. Una pavita de mate va a andar bien.

¿Sabes una cosa Coco? Esta mañana tocó el portero un amigo tuyo. Creo que se trataba de un amigo tuyo pero en realidad no lo sé porque no le abrí. Me hice pasar por la chica de la limpieza y le dije que la señora Male había salido de compras. Estaba muy cansada para conversar con gente del pasado. Además de cansada... pasó otra cosa que no me vas a creer. Sí, ya sé que hice mal y sabelo que estoy arrepentida, pero escuchá lo otro que no lo vas a poder creer.

No sé si por la comida o qué pero anoche volví a tener pesadillas horribles. La comida o alguna cinta que se me quedó en la cabeza. Si fue una película habrá sido una de catástrofes o de incendios o algo por el estilo. Lo poco que recuerdo es a vos y a mí escapando de esa catástrofe. Corríamos entre los escombros y el polvo, muchísimo polvo. Lo raro es que no había nadie más que vos y yo, como si el resto de la gente ya hubiera escapado o ya hubiera muerto, no lo sé. Polvo, mucho polvo y a mí que no me daban las piernas para avanzar. Pero vos me cargabas en tu espalda y corrías como una liebre esquivando los obstáculos. Por supuesto que me desperté antes de saber si lográbamos huir o si nos devoraba la catástrofe. Estaba tan agitada que demoré unos minutos en llegar hasta el baño. Cuando me voy a lavar la cara es ahí cuando te escucho. ¡Sí, te escuché Coco, aunque no lo creas! Mejor dicho lo que escuché fue la máquina de escribir, el tac-tac de izquierda a derecha, ida y vuelta... tac-tac-tac... tac-tac-tac-tac... tac-tac... tac-tac-tac... Para sacarme la duda fui hasta el rincón donde está la máquina. Por supuesto que seguía ahí, quietita y sola, pero sin polvo que la plumereo todos los días, que lo sepas. ¿Pero sabes una cosa Coco? Me importó poco que no hayas estado escribiendo una de tus novelas. Así que aproveché la rienda suelta de la imaginación y te vi, te vi sentado en el escritorio dale y dale al tac-tac-tac, con la cabeza inclinada y las pantuflas italianas que se te veían por abajo de la mesa. Pensé que me ibas a arretar por estar mirándote trabajar, pero vos ni bolilla me dabas. Te iba a preguntar si querías un té o algo pero ahí nomás sonó el portero con toda la furia. Y ahí se me vino todo abajo y me vi al espejo... tenía una cara de noche pesada que no te imaginas. Y ahí se me ocurrió lo de que la señora Male salió de compras.