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En tanto que cineasta, me he quedado intimidado por las películas "gran espectáculo" de Kurosawa, en particular por las escenas de batalla. Incluso hoy no llego a comprender su método. He visonado la totalidad de nuestra cinemateca y he constatado que había empleado solamente cerca de 200 caballos para ciertas escenas de batalla que daban la impresión de contener miles. Otros cineastas cuentan con más presupuesto, medios técnicos más avanzados, más efectos especiales. Pero nadie le ha superado aún. En 1.989, rodando una película de acción, me rompí una pierna y tuve estar en reposo forzoso durante tres meses. El director me llevó 80 cintas de vídeo, incluyendo la práctica totalidad de los films de acción de Kurosawa. Nos encerramos todos en mi caravana para mirarlos, intentando aprender como el sensei, o maestro, había realizado sus efectos. Fueron tres meses muy instructivos para mi.

Hace solamente algunas semanas, mantenía una discusión con mi equipo en una película de acción que realizábamos. Habíamos concebido una escena en la que diversas personas cuentan sus historias desde perspectivas diferentes y lo hemos comprendimos: "Eh, si eso es Rashomon." Aconsejo a mis colegas resistirse a la tentación de imitar a Kurosawa ciegamente: es imposible sobrepasarle. Pero es muy difícil resistirse a un impacto tan fuerte y profundo sobre los cineastas.

Si el mundo de Kurosawa es o no el del Japón real, no lo sé. Para mi, en tanto que extranjero, se le parece: un país y un pueblo lleno de fuerza pero desdibujado, natural o quizás inevitablemente, con una fuerte base artística, no solamente en el ojo del cineasta sino en el país en su conjunto. Kurosawa a mostrado el ejemplo de un cine con un fuerte sabor nacional que atrae el interés y el abrazo del mundo entero. Intenté aplicar esta lección en mi película "Sorgo rojo" y en "Qiu Ju, una mujer china". El mundo entero se estrecha más y más y se vuelve más pequeño. Kurosawa me enseñó a conservar mi carácter chino y el estilo chino. Es su gran lección para los cineastas asiáticos.

Hoy, muchos realizadores chinos se han marchado a Hollywood. No hay nada de malo en ello. Sin embargo, Kurosawa enfocó su cámara en su país. Yo no iré a Hollywood. Como él, espero persistir en la realización de películas que sobrepasen los límites de las naciones o de los países, Oriente u Occidente, los japoneses o los chinos. Nuestras emociones personales, nuestro pensamiento y percepciones pueden diferir y se volverán probablemente anticuados, digamos, dentro de 100 años. Pero el carácter único de nuestras películas puede durar por siempre. Mis propias películas son naturalmente chinas. Y por eso, agradeceré siempre a Kurosawa el haberme servido de indeleble e inspirador ejemplo.

Siempre recordaré haber visto a Kurosawa en un documental sobre su vida y su carrera. Estaba en un rodaje, llevaba unas gafas de sol y un sombrero pequeño. He visto a un hombre marchando delante del equipo, las manos en la espalda. Un hombre llevando una silla le seguía. Era divertido: Kurosawa se detiene. El asistente despliega la silla para él. El realizador no se sienta, sino que continua caminando. Cuando ven la llegada del maestro, todos los actores japoneses intérpretes de feroces guerreros descienden de sus caballos y le saludan. Él pronuncia algunas palabras; le escuchan atentamente. Kurusawa se les figura como un comandante, o un padre, -como lo es para la entera generación de cineastas asiáticos de la que yo formo parte.


[Time, "Los cien hombre más importantes de Asia"]