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Antonio López ha hecho un alto en la pintura del óleo que quiere reproducir los frutos de su membrillero y junto a su amigo, el también pintor Enrique Gran, se dirigen a un cuarto del taller para tomar un refrigerio.

Se suceden siete planos fijos que proponen una recorrida por una reproducción de "Juicio final", de Miguel Ángel. Después se descubre que Enrique está mirándolo y que, quizá, los encuadres de los que hablamos correspondan a su mirada.

Antonio: ¿Qué quieres tomar? ¿Quieres unas tortas?

Enrique: Sí, me parece bien.

Antonio: Tengo chocolate ¿quieres?

Enrique: Me das...me das también chocolate, sí. Pero, tengo sed ¿tienes Coca Cola?

Antonio: Sí tengo Coca-Cola, allí en la nevera.

Enrique: Me pones Coca-Cola

Rumbo a la nevera, Antonio se acerca a Enrique y se queda parado a su lado, mirando también la reproducción.

Enrique: Aquí...contemplando esta proeza, ¡Qué cosa!

Antonio: ¿Sabes la edad que tenía Miguel Ángel cuando hizo el... esta pintura?

Enrique: Creo que rondaba los 60 o más o menos.

Antonio: Sesenta y tres o sesenta y cuatro años.

Enrique: Ya... ya era mayor que yo.

Antonio: Sí.

Enrique: O sea...lo terminó a los sesenta y...

Antonio: No, tardó cuatro años.

Enrique: Pero...lo terminó a los sesenta y tres...

Antonio: No, no...cuatro años, lo terminaría a lo mejor a los sesenta y siete o a los sesenta y ocho.

Enrique: Ah, ya...eso quería decir.

Antonio: Sí, sí...¿Tú has visto la idea macabra de incluirse, de incluir su retrato en la piel de San Bartolomé?

Enrique: Sí, es algo que yo sabía desde hace tiempo y yo..pues, como la gente exagera pues pensé de primeras que no era cierto pero luego vi el parecido tan enorme, entonces lo creí.

Antonio: Sí, pero...hasta el siglo pasado no se descubrió.

Enrique: No se descubrió.

Antonio: No se descubrió. Mira.

Enrique: ¿Dónde está?

Antonio: Está aquí.

Enrique: Es verdad, exactamente...sí, sí, sí.

Antonio: ¡Qué cosa terrorífica, eh!