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Fragmento final del texto "Riesgos de la inicación del espíritu" publicado como introducción al guión del filme "El espíritu de la colmena", Elias Querejeta Ediciones.

 

La colmena en la que se debate el espíritu de Erice es indudablemente España. Tan absurdo sería descontextualizar la película olvidando este dato -degradándola a inconcreta alegoría- como supeditar todo su significado al peculiar enredo histórico español. El espíritu ama lo concreto, pero saca fuerza de ello para ir más allá de cualquier anécdota; es histórico, da cuenta y se da cuenta de la historia, pero no queda encerrado por ella en su necesidad. Estamos ante un decidido alegato contra el fascismo, cuya verosimilitud estética y ética le hace afortunadamente rebasar el cauce estrictamente político -es decir, estratégico- del antifascismo. Sacudirse el fascismo, imposibilitar su predominio y su rebrote es gran parte del problema hoy en España -escribo estas líneas el último día del año 1975-, pero desde luego no es todo el problema. Pensar lo contrario es peligroso, cómodo y torpe. Una de las maldiciones del totalitarismo es que, bajo él, no puede uno pensar más que en librarse de él, en suprimir sobre todo sus odiosas maneras: su insultante fanfarronería, su mediocridad condecorada, su pedante dogmatismo ideológico, su mojigatería, su corrupción, su ineficaz burocratismo, su injusticia. Pero el problema de la colmena, de lo uno y lo vario, de lo igual y lo distinto, del control, de la producción, de la sujeción a lo necesario, de la muerte, de la imposible fraternidad, de la maldad y la desdicha, los problemas que acongojan y rebelan al monstruo trascienden la siempre meritoria lucha contra el estilo totalitario. Recordar aquellos sin olvidar ésta parece lo más digno de la vocación libertaria de la España actual. 'El espíritu de la colmena' puede acompañarnos estimulantemente si nos sentimos llamados o precipitados a este difícil camino.