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I

Berthe, tras matarse, deja unos libros. Su voluntad quiere que Edgar elija uno. El elegido es un libro de Edouard Peisson, Le voyage d' Edgar. Vemos un plano general de la portada y luego un corte directo a negro. El plano siguiente es un detalle del anterior en el que leemos, exclusivamente, el título del libro. El blanco y negro de los casi sesenta minutos previos del film se interrumpe -para siempre- con un nuevo plano: la costa del mar, el ir y venir de las olas. Corte al negro y cartel: "Dos años antes". Corte. Edgar camina al costado de una ruta con un bolso sobre el hombro. Así se abre lo que nadie ha dudado en nominar "la segunda parte" de Eloge de l'amour.

El plano cerrado sobre la portada del libro -Le voyage d' Edgar- funciona como el título secreto de ese "otro momento" -antes que "segunda parte"- del film. La costa del mar -tradición antigua- y la ruta -tradición moderna-, como elementos ineludibles del viaje, sugieren la idea de un traslado, de una operación sobre el tiempo y el espacio. En Eloge..., el movimiento es hacia atrás: Archivos.

El mar va devorando la imagen y los cuerpos en ella. Vemos el perfil trasero de Edgar y por delante suyo se abre un paisaje que no demora en convertirse en mar: un paisaje nuevo, eco de uno antiguo, se abre paso. De inmediato, el cierre del film nos ofrece una moderna estación con su bullicio mecánico y humano; un tren arriba con Edgar que lee: "Todo en mi historia languidece, así como sólo me quedan las imágenes de lo que ocurrió tan rápido. Voy a bajar hasta los Campos Elíseos, con más sombras de las que nunca un hombre ha llevado con él". Luego el cuerpo de Edgar se extravía entre la gente y la agitación del lugar. París clausura el paréntesis del viaje hacia atrás. Paradójicamente -o no- las palabras finales dichas por Edgar nos reconducen al comienzo del film. Puede que el trayecto recomience otra vez y puede, también y por qué no, que nada haya sido dicho.

II

Cada plano de Eloge..., cada gesto por ínfimo que resulte, exhala una insoportable -bella- intimidad. París nocturna, sus calles, sus fuentes, el Sena, el Bois de Boulogne, se entregan a la contemplación antes que a la observación. Una contemplación que adopta a la lejanía como actitud venal. La ciudad, en Eloge..., es una lejanía. La cámara no puede sino entregarse al gesto íntimo de una mirada que contempla desde la lejanía, es decir, desde la pérdida o, cuando menos, el extravío. (Demasiados planos de Eloge... parecen robados de los iniciales esbozos de la Nouvelle Vague).

Berthe lee las Notas sobre el cinematógrafo de Bresson: "Asegúrate de agotar todos los temas que puedan ser comunicados por medio de la quietud y el silencio" y "Deja que los sentimientos causen los acontecimientos y no al revés". (Sin dudas que Eloge... va tras las pistas de Bresson). Nadie ríe en esta obra de Godard, nadie excede la intimidad de sus sentimientos; sin embargo éstos se descargan en cada meandro del relato. El atributo más sutil del film es la abolición de la estridencia; no sin ausentarse, claro está, la belleza del agravio, la delicadeza de una correcta -acre- invectiva lanzada a tiempo.

III

"Tenemos un proyecto. Relata parte de la historia de tres parejas: joven, adulta y anciana. Y la parte que cuenta es uno de los cuatro momentos de amor: el encuentro; la pasión física; la separación; luego, la reconciliación", dice Edgar sobre el comienzo del film. Más adelante: "Es así, con los jóvenes es obvio. Cuando uno pasa al lado de ellos en la calle lo primero que piensa: son jovencitos. Con la gente mayor, pasa lo mismo. Antes que nada, uno piensa: ese es un anciano. Pero con los adultos, es necesario tener una historia, inclusive en las películas porno". Luego: "No existe la condición de adulto". Contrariamente al joven y al anciano, el adulto es indefinible salvo en la apelación a una historia "en el sentido más banal, la de un hombre que encuentra a una mujer, etc. (Godard)". La indefinición del adulto perturba la posibilidad del proyecto de Edgar. ¿Hacia dónde va Godard con esta reflexión? Donde siempre: hacia el cine mismo.

El cine no es muy interesante como adulto. Las películas interesantes son las primeras o las últimas, como en el caso de Oliveira, pero las del medio son las menos interesantes (Godard). Está el cine mudo, está Pickpocket, está de Oliveira; en el medio, está The Matrix. El cine adulto es el que no logra obtener su definición sino devorando una y otra vez la misma trivialidad, la misma historia -con o sin H-. Hay un eslabón que se ha cortado y ha dejado al cine en completo extravío. Por esto es que Godard entiende que continúa siendo necesario repetir las Notas sobre el cinematógrafo de Bresson.