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En mayo de 1966 estrena Uccelacci e uccelini, sin éxito ni de público ni de crítica. Visita Nueva York, donde conoce a Allen Ginsberg, y a su regreso escandaliza a la izquierda italiana afirmando que el verdadero momento revolucionario está sucediendo en Estados Unidos de América. En noviembre filma La Terra vista dalla Luna, episodio para el filme Le streghe.

Al año siguiente aparece su primer texto teatral: Pilade y filma Che cose sono le nuvole? e Il fiore de carta, episodios incluidos en Capriccio all' italiana y Vangelo '70, respectivamente. Estrena el largometraje Edipo Re en el Festival de Venecia.

En 1968 aparece la novela Teorema, que luego Pasolini convierte en filme que estrena, nuevamente, en Venecia donde obtiene el premio a la mejor interpretación (para su amiga Laura Betti) y, otra vez, el de la Oficina Católica Internacional de Cine, que es rápidamente objetado por la jerarquía de la iglesia a través de un artículo publicado en L'Osservatore Romano. En el mismo festival asimismo presenta el documental Appunti per un film sull'India. Un mes antes de que el año termine pone en escena en Milán su obra Orgia.

En 1969 realiza el documental Appunti per un'Orestiade africana; pone es escena en Taormina su obra Pilade; filma y estrena Porcile, ferozmente repudiada por crítica y público y rueda Medea, que será estrenada mundialmente en el Festival de Mar del Plata, Argentina, en febrero del año siguiente, con escaso suceso de crítica y público.

En 1970 realiza Decameron, el documental Appunti per un romanzo dell'inmondezza y publica una obra de teatro: Bestia da stile. En 1971 aparece Trasumanare e organizzare, poemas y filma en Inglaterra I racconti di Canterbury, que, en el Festival de Berlín de 1972 obtendrá el premio máximo: el Oso de Oro. En 1973, en diversos lugares del por entonces llamado Tercer Mundo, filma Il fiore delle mille e une notte, cerrando así la llamada Trilogía de la vida, y publica la obra teatral en verso Calderon, sugerida por La vida es sueño. En 1975, filma la que sería su obra póstuma Salò o le 120 giornate di Sodoma, parte inicial de una proyectada Trilogía de la muerte, y publica La divina mimesis, suerte de reescritura de La divina comedia.

El 1° de noviembre de 1975 -Día de Todos los Santos para la liturgia católica- se levanta tarde, como lo hace habitualmente, y desayuna con su madre, con la que vivía. A la noche va a comer a un restaurante junto a Ninetto Davoli, su esposa y su hijo. En la mañana del 2 de noviembre -Día de Todos los Muertos para la liturgia católica- se descubre su cadáver, ferozmente golpeado, en el balneario de Ostia, cercano a Roma. Giuseppe Pelosi, un taxi boy de 17 años con un aspecto muy parecido a Ninetto Davoli, se confiesa culpable y alega haberlo hecho en defensa propia. Oriana Fallacci, Laura Betti y Bernardo Bertolucci, entre muchos otros, sostienen que Pelosi no pudo cometer solo el asesinato.

 

Segunda introducción

En el número 14-15, correspondiente a julio de 1963, la revista argentina "Tiempo de Cine", una leyenda ahora, publica una reseña de Accattone, llamada Accattone o la miseria estética. La firma Agustín Mahieu, por aquel entonces un paradigma de crítico cinematográfico de izquierdas, y comienza así: "Pier Paolo Pasolini es muy conocido como poeta, guionista (especialmente de Bolognini) y por sus relaciones algo equívocas con el mundo del bajo fondo romano." El último párrafo de dicha reseña es éste: "Para reflejar el auténtico infierno de los seres miserables que pinta: su desesperación inconsciente, su vitalidad rudimentaria, su inmoralidad por vacío, hubiera hecho falta una participación auténtica en su tragedia y no este decorativo y presuntuoso regodeo místico-miserabilista. Como ha dicho un crítico francés, 'un fois de plus, les vraies putains ne sont pas sur l'ecran, mais derriere la caméra'. Y perdonen que no traduzca."

A pocos días del asesinato de Pasolini, otra leyenda: el semanario, argentino y peronista, El Caudillo -dejo a la suspicacia del lector la identidad de quien, o quienes, eran aludidos en el título de la revista- da cuenta del hecho en una nota titulada La muerte de un maricón. Comienza así: "El otro día lo mataron a palos al director de cine Pier Paolo Pasolini, un comunista que había logrado convertirse en asalariado de la 'intelligentzia' liberal, la que no duda en apoyar la difusión de su obra y, además, ponía todos los medios a su alcance para la tarea de difundir las estupideces más o menos ingeniosas que el ahora difunto derramaba por esas calles de Dios." La información concluía así: "(...) si se encuentra con algún Pasolini en el baño de un cine o en una calle oscura, rómpale la cabeza, y después, si quiere, pregúntele cuántas películas filmó."

Como puede advertirse, la izquierda y la derecha argentinas, lograban, en ocasiones como las mencionadas, una rara unanimidad -más elegante en Mahieu, más brutal en El Caudillo- a la hora de denostar ya no la obra de Pasolini, sino, y sobre todo, su persona. Ese ser controversial, sistemáticamente contradictorio y arrojado al debate público, que fue Pasolini impedía acercarse a su obra -literaria, cinematográfica, teatral, pictórica, periodística- sin prejuicios. Ahora que Meridiani Mondadori ha completado, en Italia, la edición de sus obras completas que, según afirma Giovanni Rabone en el Corriere dela Sera, es "... un desfile de volúmenes cuya imponencia no tiene parangón en el sector 'segunda mitad del siglo XX' de nuestra biblioteca...", pasado poco más de cuarto de siglo desde el crimen, ¿es posible una mirada serena sobre su producción?

Conjeturo que no. Tiendo a considerar la obra pasoliniana como un volcán que siempre puede alcanzarnos con una nueva erupción para quemarnos con su lava ardiente. Y esto no es una figura retórica, basta sólo con leer aquellos textos en los que Pasolini anticipaba los cambios que iba a introducir el neo capitalismo en nuestras vidas, para darnos cuenta de que aludía, como si hubiera sido un artista vidente como el que reclamaba Rimbaud, a nuestro presente. La selección de fragmentos realizados para esta selección no pretende agotar el pensamiento de Pasolini -quizás tarea imposible- sino apenas dar cuenta de la diversidad de sus intereses, de su deslumbrante inteligencia y de su generosidad.

En un verano interminable, a principios de la década pasada, erraba, al azar, por el verde Friuli intentando encontrar la sepultura de mi bisabuelo. Una tórrida tarde estival entro al cementerio de Casarsa, tan parecido a los de las colonias italianas de mi país. Ni bien traspaso la puerta, a la izquierda y antes del sector de panteones, tropiezo con un cantero redondo donde se erguía un árbol florecido rodeado por césped. Me acerco y, sobre la tierra húmeda, había dos placas mortuorias: la de Pier Paolo y la de su madre, Susana. Alguien que hubiera pasado por allí, distraído, podría haber llegado a creer que fueron esposos. La conmoción fue tan profunda que sentí la necesidad de dejar allí una vela prendida. El sucederse de los días la habrá apagado prontamente, pero sigue ardiendo en mí y este abecedario es su resultado: un intento de "pasar el testigo", de incitar a leer y ver la obra de Pasolini.


20 de julio de 2003

Pier Paolo Pasolini en Tijeretazos [Postriziny]: MARX, FREUD, TOTÒ, Jean-Luc Godard-Pier Paolo Pasolini, correspondencia [Quadernos]

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