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Hay alguna relación entre esos personajes de "Sonata de otoño" y "Fresas salvajes", entre esa madre y su hija en la primera película y entre ese padre y su hijo de la segunda. Atormentados, egoístas, encerrados en sí mismos, que perdieron su vida con el trabajo, perdieron la visión del mundo y de su más inmediato alrededor, de su más inmediato entorno. Su familia. Sus seres más cercanos.

Después, personajes que reprochan, que sacan a la luz ese pasado tormentoso y reprimido y que ya no aguanta escondido por más tiempo, que necesita ver la luz. "Las personas nos volvemos crueles cuando decimos las verdades", decía Sara en uno de los sueños de "Fresas salvajes". Y eso es lo que parece sucederle a Eva (Liv Ullmann) después de decirle a su madre todo lo que había guardado dentro de ella durante años.

Hay alguna relación... por uno u otro motivo, son personajes que, como Liv Ullmann llega a decir al final de la película, no pueden dejar esta prisión en que se ha convertido el mundo para ellos, este lugar donde han quedado atrapados, pensando que no deben suicidarse, aunque en el fondo es lo que desean.

Hay algo en común en esas relaciones entre esos padres y sus hijos con que Bergman parece atormentarse en sus películas, sobre todo en esta que nos ocupa.

Y hay más detalles...ese final de "Sonata de otoño" y "Después del ensayo" que guardan tantos puntos en común, que hablan del artista y de su mundo personal, de su hipocresía y de ese modo en pensar en ellos mismos, de no pensar en nadie más, de dar a entender que lo único que importa son ellos. Creo que lo dijo Umbral en algún libro, es lo que llamaba la prepotencia del artista. Qué visión tan pesimista de esos seres que viven apartados en su mundo, pero tan realista a la vez, y quien mejor que Bergman para dar cuenta de todo ello.

Película muy rica en matices. Es memorable en interpretaciones. Ingrid Bergman, serena, tranquila, con toda una carrera a sus espaldas, segura de sí misma y de saber quien es y de lo que está haciendo, pero es que Liv Ullmann se come interpretando a Ingrid Bergman. Muy poquitas actrices podrían haberse enfrentado al reto de interpretar un papel como este y más sabiendo que iban a tener como madre a Ingrid Bergman.

Es asombroso ver como Bergman sabe sacar el máximo partido a una película desde antes de comenzar a rodarla, es decir, desde donde empiezan a crecer las historias en el cine, desde la escritura del guión. En el planteamiento de sus películas Bergman no se anda con merodeos, va directo al grano. Uno puede caer en la cuenta del metraje de la mayor parte de sus películas, que suele ser muy corto (exceptuando "Fanny y Alexander" y alguna otra) y darse cuenta de todo lo que es capaz de condensar en cada una de ellas. Son películas cortas, pero muy densas, dicen muchas cosas en muy poco tiempo. De ahí la importancia del guión, de las frases bien escritas y de los diálogos bien estructurados, de la construcción de personajes y de los matices que adquieren cada uno de ellos.

En lo referente al plano técnico y el modo de organizar los planos que lleva a cabo Bergman, hace uso de un gran número de planos generales, donde los marcos de las puertas encuadran a su vez a los personajes y los dos, personajes de fondo y marco, son encuadrados, a su vez, por la cámara. Y primeros planos para rodar esa conversación que mantienen madre e hija en el salón de la casa, donde se salen todos los fantasmas del pasado.

En la dirección de fotografía Bergman trabajó con Nykvist, que vuelve a realizar un trabajo extraordinario, confiriendo a la película ese ambiente que transmite la historia. Ese ambiente tan intimista, lleno de rencor. Historia triste, como apagada. En las escenas de la primera parte abunda luz, de momento no ocurre nada, hay alegría, Eva está contenta. Ha llegado su madre (Ingrid Bergman) a pasar unos días con ella. Después, cuando empieza a tomar forma esa relación de amor-odio entre la hija y su madre, la historia va tomando dimensiones inesperadas. La fotografía se apaga. La luz va decreciendo, hay, incluso, escenas presididas por la oscuridad.

Hay tres satélites que giran alrededor de ese planeta que supone la relación entre Eva y su madre, los cuales ejercen su influencia sobre esa relación. El marido de Eva, Elena y la música. El marido de Eva es el intermediario entre la historia que nos cuenta y nosotros como público. Sirve de interlocutor hacia nosotros y, por otro lado, entre Eva y su madre leyéndonos las cartas o haciendo que Eva las lea en voz alta. De ese modo, sabemos qué es lo que ha escrito, nos hace partícipes y, a la vez, nos acerca a Eva. De algún modo nos introduce en ella y su mundo personal; o como al principio leyendo un pasaje de un libro que ha escrito ella misma. Viene a ser quien nos presenta a Eva y nos da claves, bien dirigiéndose hacia nosotros, bien a través de la charla que mantiene con la madre de Eva, es decir de modo indirecto. Elena es la hermana de Eva que tiene una enfermedad degenerativa que la está matando poco a poco. Es el dolor y el sufrimiento. Viene a ser la materialización de ese dolor que ha provocado la madre de Eva, como si fuese el estado de la relación entre ambas, madre e hija. Como si ella hubiese sido la que, con el paso del tiempo, ha ido recogiendo todo ese rencor y lo hubiese ido exteriorizando o manifestando a través de esa enfermedad, que es lo que nos viene a decir Liv Ullmann cuando le dice que ella fue la culpable de la enfermedad de Elena a partir de ese hecho que aconteció en el pasado.

La música, ese elemento que no abunda en estas películas, pero que cuando aparece se convierte, como en este caso, en un protagonista activo. La música es la que causa la ruptura entre Eva y su madre. Era su trabajo, toda su dedicación y la culpable de la erosión de la relación entre Eva y su madre. Y, por otro lado, ese preludio de Chopin que toca Eva y después su madre, resume la relación entre ambas.