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"Tengo la sensación de que en Persona -y después en Gritos y susurros- he llegado al límite de mis posibilidades. Que en plena libertad, he rozado esos secretos sin palabras que solo la cinematografía es capaz de sacar a la luz". (Ingmar Bergman, Imágenes, 1990)

"Tu refugio no está bien cerrado. La vida se filtra por él por todas partes". (Persona, 1966)

 

"Persona" es el cine llevado a un extremo. Es la historia sin historia de Bergman. Como lo fue para Hitchcock "Con la muerte en los talones" y tantas otras para otros grandes maestros. Es una película de rostros. Dotada de un agobiante hermetismo. En muchos momentos es muy difícil encontrar una vía para poder respirar. En otros llega a ser muy difícil darle sentido. Es una película muy sencilla y compleja a la vez. Dos actrices, un espacio cerrado (una casa), que por momentos se vuelve algo claustrofóbico, la iluminación a cargo de Sven Nykvist y, por supuesto, la premisa básica de todas las películas de Bergman, un excelente guión. "Persona" se sale de la temática, por decirlo de alguna manera, general que suele abordar Bergman en sus películas. Aquí no hay sacerdotes, no se palpa esa obsesión por la muerte, no se interroga por la existencia de Dios. No vemos esa incesante búsqueda de la revelación. Pero a cambio hay otros muchos temas tan complejos como puedan ser todos los que deja de lado en esta película. Por ejemplo, están las mujeres. Estamos ante una película de mujeres, Liv Ullmann (la señora Vogler) y Bibi Andersson (enfermera Alma). Hay que tener en cuenta, por lo tanto, que estamos ante una película dual, sólo tenemos dos personajes. El cine y el teatro, tema fundamental para entender la película. Estamos ante una reflexión sobre el cine y el teatro en cuanto a sus entresijos, en cuanto a los actores, en cuanto a lo que tiene de verdad y de mentira todo esto, en cuanto a la hipocresía de la que estos dependen. Están las relaciones entre las personas. La incomunicación o dificultad para comunicarnos entre nosotros, la dificultad de amar que llega a expresar Vogler, por ejemplo, con respecto a su hijo. En definitiva, tenemos el comportamiento humano filtrado y tamizado por la cámara de Bergman.

Para entender, situar y darle un poco de forma a todo lo que ocurre, hay que tener en cuenta algo fundamental que escribiera en la crítica que hiciera a la película Miguel Marías y es lo referente a la ausencia de distinción entre realidad y sueño, no solo dentro de la película, sino también en el origen esencial de esta, el guión. Este factor abrirá una pequeña puerta para dejarnos entender determinadas cosas, determinados hechos, a los cuales sino sería imposible darles sentido y poder comprenderlos. Es decir, Bergman lo que pretendía era llegar a dominar esa difícil tarea que tan bien realizaban sus admirados Fellini, Kurosawa y Buñuel, es decir, moverse entre el sueño y la realidad con soltura, como pez en el agua.

"Persona" en su desarrollo va adquiriendo una complejidad extrema, casi inabarcable. En vez de ir desgranándose, dándose sentido a sí misma, digamos que explicándose de alguna forma, ocurre todo lo contrario, cada fotograma que avanza es un interrogante más que queda abierto, un giro más del compás que cierra la circunferencia que genera la película sobre sí misma. Es tan susceptible de recibir tantas interpretaciones como personas la vean. Hay que destacar las interpretaciones tanto de Bibi Andersson como de Liv Ullmann que hubiesen estado al alcance de muy pocas actrices. La primera, porque soporta el peso de toda la película, es la única que habla y, sin duda, será uno de los trabajos más difíciles a los que se habrá enfrentado en toda su carrera cinematográfica. La segunda, porque realiza un interpretación basada en gestos y miradas, construyendo su personaje de forma perfecta, ya que en su rostro a lo largo de la película llegamos a ver el terror, la alegría, la compasión, la comprensión, el desconcierto, aunque no quede otro remedio por la exigencia de la historia que su personaje, al final, tenga que ser explicado por Bibi Andersson.

La Sra. Vogler, actriz de teatro, ha dejado de hablar durante una representación en el teatro de la obra "Electra". No le ocurre nada, ni física, ni psíquicamente. Después de hacerle varias pruebas se ve que está totalmente sana. Pero ha decidido dejar de hablar. Para encargarse de cuidarla y llevar su caso, ponen a su cargo a la enfermera Alma. Después de varios días en el hospital, la enfermera jefe decide dejarles su casa que se encuentra en la playa, de modo que les propone que se trasladen allí los días que sean necesarios y así se pueda recuperar mejor en un ambiente más saludable como es ese.