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Hay una frase del maestro Federico Fellini en la que afirmaba que "a través del cine deseo confesarme y quedar absuelto". Bien, pues eso parece ser lo que hace Bergman en esa conversación. Confesarse ante nosotros. Despojarse de esas grandes inquietudes.

Bergman primero plantea el problema. Luego se interroga. Hay un momento casi al final de la película que la misma muerte la llega a decir a Antonio: "¿Dejarás algún día de preguntar tanto?". Y es que, así podríamos definir la película, como una gran interrogación, la cual podría trasladarse a toda la obra de Bergman. Bergman para responderse a sí mismo, en este caso, hace que la muerte llegue a decir en algún momento que ni ella misma puede responder las cuestiones que le plantea Antonio.

La existencia de un más allá , tener fe, que Dios muestre alguna revelación para poder creer que existe, saber qué se va a encontrar cuando muera. La religiosidad hace acto de presencia de una forma más destacada que en "Fresas salvajes".

El tormento es tan grande y la necesidad tan acuciante que en el momento en que salen de una taberna y se encuentran a una muchacha atada a un poste y tirada en el suelo, custodiada por guardias, Antonio lleno de curiosidad pregunta qué ocurre y le contestan que se llevan a esa muchacha porque lleva el diablo dentro, de modo que la quemarán. Ante esta situación Antonio ve una posibilidad de poder sacar información o encontrar esa revelación en alguien. Le pregunta si ha visto al diablo, si sabe cómo es, si le puede decir algo. No consigue nada. La necesidad es tan grande que no cesa en su empeño por preguntar e indagar.

Bergman de un modo paralelo plantea otra historia, que viene a ser como una ventana abierta que guarda cierta esperanza y contrasta con ese mundo cerrado y obsesivo en el que vive Antonio. Es la historia de ese matrimonio que subsiste gracias a las representaciones teatrales que realizan. Quizá la figura de este matrimonio no pueda tener importancia en principio, pero no es así. Representan toda la esperanza que asoman por los poros de esta película. Por un lado tenemos a María y a José con su niño pequeño, que vienen a ser como figuras religiosas, representan personajes inocentes y sencillos, abstraídos de todos los problemas que persiguen a Antonio. Es como llegar a ponerle a Antonio delante lo que busca, sin que llegue a darse cuenta de que lo está viendo; es como mostrar su ceguera y decirle de ese modo que se trata de tener fe. Y, por otro lado, una ventana de esperanza que queda abierta para la creencia, para tener fe y que, en el fondo, refleja esa contradicción que sufre Bergman, es la que se abre cuando al comienzo de la película José ve a la Virgen María. Se lo cuenta a su mujer, que no se lo cree. A través de los juicios que hace María de él no sabemos qué pensar acerca de José. Pero lo que nos hace ver que José no es como dice María son dos hechos concretos. El primero es cuando Antonio continúa la partida de ajedrez con la muerte en el bosque. José le mira y ve a los dos, a la muerte y a Antonio. María se asoma y no ve nada. Nosotros sabemos que la muerte está ahí. Empezamos a preguntarnos si José será tan fantasioso como le pinta María. Y el segundo es el final, cuando vemos a las siete figuras, quienes ya sabemos que han muerto. Corren encima de una colina, cogidos de la mano unos de otros formando una cadena. Esto lo ve José y se lo cuenta a María que sigue sin creer en él. Pero nosotros sabemos que no es así, sabemos que Bergman quiere seguir sin decantarse de un lado u otro dejando abiertas las dos posibilidades.

En "El séptimo sello", por último, hay que comentar que, como en todas las películas de Bergman, hay una gran ausencia de música y en esta en concreto el fragmento que oímos es el de ese momento en que se encuentran sentados en el suelo todos, encima de una sábana y José toca su laúd, mientras Antonio cuenta como evocará ese día en el futuro, consiguiendo un momento muy emotivo.