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"... Y cuando el cordero abrió el séptimo sello, en el cielo se hizo un silencio como de media hora y vi siete ángeles que estaban en pie, delante de Dios y les fueron dadas siete trompetas y los siete ángeles, que tenían siete trompetas se pusieron a tocarlas..."

 

Así empieza y acaba "El séptimo sello". Es más, se podría afirmar que es, en cierto modo, la descripción de ese fantástico plano final que cierra la película.

Situados en la época medieval, en plenas cruzadas y extensión de la peste, Antonio (Max Von Sydow), un caballero que vuelve a su ciudad acompañado de su escudero, se verá asaltado por muchos interrogantes al llegarle un momento crucial en su vida. Su muerte.

El plano que abre la película ha quedado como un icono cinematográfico del siglo pasado. La muerte y Antonio sentados uno frente a al otro disputan una partida de ajedrez. La muerte ha venido a llevarse a Antonio y éste le ha pedido una prórroga, de modo que la muerte se la concede y comienzan a disputar la partida en la playa. La cámara está situada muy baja, a ras de suelo y vemos sentados a la derecha a Antonio y a la izquierda la muerte. En medio el tablero de ajedrez. De fondo un cielo nublado y gris y el mar brillante por el reflejo de la luna que asoma entre las nubes. Antonio juega con la piezas blancas y la muerte con las negras.

Bergman empieza a plantearnos los problemas a los que no dará solución, sino que cada uno deberá extraer su propia conclusión.

Uno de los temas clave que provoca la partida de ajedrez: ¿Nos damos cuenta de qué hemos hecho en esta vida antes de que llegue nuestra hora de morir?, ¿hemos hecho realmente algo por alguien?, ¿algún acto a lo largo de nuestra vida por el que lleguemos a pensar que podemos morir en paz?.

Este es uno de los temas que preocupan a nuestro atormentado personaje, Antonio. O por ejemplo, el hecho de porqué muchos hombres se pasan media vida atormentándose con determinados temas como la muerte o Dios.

El caso es que a Antonio le ha llegado la hora morir y se da cuenta de que ha pasado toda su vida entre juergas, emprendiendo cruzadas y que, en realidad, no ha hecho nada por nadie. Esta idea puede enlazar con otro tema capital dentro de la película: ¿Qué hay detrás de la muerte? ¿Qué nos espera una vez atravesado el umbral? Antonio ha estado a punto de morir y no dejará de atormentarse con la idea de poder conocer qué se va a encontrar el día que muera. La existencia de Dios y la posibilidad de que éste se manifieste de alguna forma. La existencia de un cielo o un infierno, o más bien de si hay algo más, de si hay un más allá. Todas estas ideas están vertidas de modo admirable en una de esas conversaciones que solo Bergman puede escribir y que vuelven a dar buena cuenta de la extraordinaria pluma que posee este director. Se trata de la conversación que mantiene Antonio con la muerte sin saber la trascendencia de todo lo que le está confesando, de lo cual se dará cuenta cuando descubra que todas esas cosas se las ha dicho a la misma muerte.