«Me
acerco y, sobre la tierra húmeda, había dos placas
mortuorias: la de Pier Paolo y la de su madre, Susana. Alguien
que hubiera pasado por allí, distraído, podría
haber llegado a creer que fueron esposos. La conmoción fue
tan profunda que sentí la necesidad de dejar allí una
vela prendida. El sucederse de los días la habrá apagado
prontamente, pero sigue ardiendo en mí y este abecedario
es su resultado: un intento de "pasar el testigo", de
incitar a leer y ver la obra de Pasolini. »
[Del
prólogo de Emilio Toibero]
N.d.E.:
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